sábado, agosto 25, 2007

Historia de una jirafa y un elefante


Camino rápido, apenas me queda aliento cuando llego a la tienda, me paro frente al escaparate, finjo ver, abro la puerta, lanzo el tintineo hacia la dependienta que me observa como si hubiera podido verme correr por las calles durante los últimos quince minutos. Le sonrío, siempre cordial, y saco de la bolsa de plástico que llevo en una de mis manos una jirafa de peluche. No funciona, me oigo decir en voz alta. La mujer frunce las cejas, mueve la cabeza como si la apartara del animal, y luego extiende las manos hacia él y lo examina. ¿No funciona? repite, y puedo sentir la mezcla de sorpresa y burla en su voz. No, digo yo, e intento que la negación suene fuerte y no deje lugar a sornas de ningún tipo. Es un peluche, afirma ella, y me mira a los ojos para decírmelo, como quien dice Eres tonto, o Eres adulto, o ¿No sabes coger una cuchara correctamente? Yo asiento con la cabeza, le quito la jirafa de las manos, la balanceo y le digo Ya lo sé, y no funciona. Ella mira la mesa dándose tiempo, luego me mira a mí y dice Veamos, estamos hablando de un peluche, los peluches no llevan ningún tipo de mecanismo, los peluches no pueden no funcionar. Gira la palma de su mano hacia arriba, como diciendo ¿Entendés? así, en argentino. Noto la sangre en mis mejillas, pero ya he empezado, empecé en el mismo momento en que crucé la puerta de la tienda, o no, mucho antes, cuando Laura me la lanzó a la cara, y de la cara al suelo, y la pobre jirafa sin nombre pareció un cadáver caído de un avión, caído ya cadáver. Le digo Los peluches deberían gustar a los niños, ayudarles a dormir, no sé, pero ella me corta con una negación rotunda de su cabeza, Si el peluche no le ha gustado a su hijo yo se lo puedo cambiar, pero no me diga que no funciona, porque eso no es cierto. ¡Claro que lo es! pienso, y digo De acuerdo, y pregunto ¿Tiene ovejas? y la mujer me lanza una mirada que dice Vos sos un boludo de cuidado y yo aparto la mirada porque soy imbécil y porque ella no es argentina, y luego la sigo hasta el rincón de los peluches, desde el cual la jirafa me llamó hace un rato. Levanta la mano para colocarla de nuevo en su lugar y luego se pone de puntillas, como una anciana que no llega a la repisa donde siempre ha guardado las galletas. Tiene espalda de anciana, aunque tal vez sólo tenga unos años más que yo. Se gira hacia mí y lleva una oveja en la mano. Es bonita, digo yo al tiempo que veo, literalmente veo, a Laura lanzándola por la ventana. Sí, lo es, corrobora ella mirando el peluche. Tenemos también tigres, camellos, no sé, ¿qué tipo de animales le gustan a su hijo? Siento deseos de decirle que es una niña, no un niño, y que no es mi hija, sino la hija de mi mujer, bueno, de la mujer que querría fuera mi mujer, y en realidad a quien le gustan las ovejas, ahora que caigo, es a su madre, y no sé cómo conquistar a Laura, que además tiene cierto grado de autismo, y lanza cosas por los aires y me ha mordido ya dos veces, no sé qué le puede gustar a una niña así, pero a mí la que me gusta es su madre, aunque en realidad Laura también me gusta, pero de distinta manera. Digo ¿Y algo que no sea un peluche? La mujer deposita la oveja en su lugar con una mezcla de sorpresa y de consternación. Sin mirarme a los ojos, pregunta ¿Algo como qué? No sé, digo yo, por ejemplo, ¿un animal de madera? y lo propongo porque al menos si es de madera cuando me lo lance recibiré el golpe que merezco. Se le ilumina la cara, Precisamente ayer me llegaron unos animales muy bonitos, y se dirige hacia el interior de la tienda, y yo sospecho que pretende sacarse de encima un juguete que almacena polillas en su almacén, porque aparece con una caja un poco gastada, del tamaño de un vaso aunque cuadrada, y de allí saca un elefante. Un elefante hecho de muchas piezas, una redonda enorme es su trasero, una tira de redondas de varias medidas son su trompa, unos ojos que parecen decir Hola pero con voz grave, con voz de soy tu regalo y punto. Lo acepto, aunque sepa que la mujer me ha mentido. Antes de volver a colocar la tapa, al tiempo que reprime la satisfacción de su rostro, me informa Vale un poquito más que la jirafa. Yo niego con la cabeza como quien dice No me molesta que me hayas pisado sin querer o Deja, eso ya lo haré yo luego, y le digo No importa, por si no queda claro. Veo cómo me lo envuelve, y veo su felicidad en el pelo pelirrojo que se mueve arriba y abajo, porque se aplica mucho en el envoltorio, como si Laura fuera a fijarse en eso, y hasta se lanza a ser cordial ella también, y me pregunta cuántos años tiene mi hijo. Tres, digo, y luego añado Es una niña. Ella sonríe, como si dijera Eso no cambia nada pero vale, y luego miente Estos animales suelen gustarle mucho a los niños, y yo sonrío, y ella sonríe. Cuando me devuelve el cambio se hace la graciosa Si el elefante tampoco funciona lo podemos cambiar también, y se echa a reír, para confirmar su gracia, y yo también río, por cordial nada más, pero respondo Esperemos que esta vez sí funcione. Abandono la tienda aún con una sonrisa y camino de prisa, y me digo ciertamente estoy enamorado. Dos días más tarde, aún con el chichón en la cabeza, sentado en el sofá al lado de su madre, veo cómo Laura abre la caja de cartón donde volvimos a guardar al elefante y se pone a jugar con él. Funciona.

domingo, agosto 05, 2007

martes, abril 03, 2007

Rebelión en la aldea

Tal como nuestros más perspicaces fans habrán observado ya, la historia de Ossco y Jaspi ha entrado en una fase de reposo semejante al coma etílico. Tras el éxtasis de acción en el que habían caído en los últimos capítulos, los personajes se niegan a continuar. He intentado movilizarlos de varias maneras, incluso les he prometido la inmortalización a través de una versión ilustrada de manos de Fresquito, pero no he obtenido otra cosa que sus despiadadas risas. Me exigen protagonismo, me exigen riquezas, sexo y poder. Les he explicado que si no me permiten acabar la historia el enriquecimiento será imposible, y ellos no serán más que personajes olvidados en la cruel blogosfera. Ellos insisten en que prefieren no ser nada a llevar una existencia mediocre e inalterable en una historia ya terminada. La inconclusión de la historia les proporciona una cierta importancia, una esperanza de que todo puede mejorar, de que, a pesar de haber empezado como personajes secundarios algunos, podrán acabar siendo las estrellas indiscutibles, o podrán llegar a ser queridos aquellos que no han despertado más que odio en los lectores. El egoísmo y la esperanza están matando la historia de Ossco y Jaspi.

No sé cuánto durará esta revolución en forma de pasividad, este silencio obcecado hijo de los egos desproporcionados de unos personajes que nunca hubieran soñado con el éxito rotundo de la historia en la que hasta ahora participaron, un éxito al que sus cabezas no estaban preparadas y que los ha convertido en los más terribles esnobs de la historia de las historias habidas y por haber (por haber, en este caso). Hasta que se rompa el silencio y decidan de nuevo actuar, os mantendré informados, queridos fans, pues en mí sigue viva la llama de la gratitud que en ellos murió hace ya mucho tiempo.

jueves, marzo 15, 2007

más cara


caras varias

Variaciones de un mismo patrón.



miércoles, marzo 14, 2007

singing

jueves, marzo 01, 2007

cresthombre

Mi primer video usando The Movies.

sábado, febrero 24, 2007

Historia de Ossco y Jaspi - decimoctava entrega

Muy a su pesar, Jaspi despertó. Le dolía la cabeza, notaba en el estómago un profundo agujero, y con la boca seca como un trapo tendido al sol del verano, masculló una palabrota poco propia de un oso bueno. Ya de pie, se dirigió a una ventana del comedor: no había sido ninguna pesadilla. Una mancha negra lo miraba a los ojos desde donde antes le había sonreído su jardín. El jardín. Las lágrimas acudieron a sus ojos, pero antes de abandonarlos fueron calcinadas por la rabia. Sólo un animal podía haber cometido tal desfachatez, y sólo podía tratarse de Ossco. En realidad, susurró la razón de Jaspi, podía haber sido algún otro. No le faltaban enemigos en otros pueblos, y bueno, también podía tratarse de un accidente, estas cosas pasan de vez en cuando, una chispa... ¡Ossco! gritó Jaspi apretando los puños como si entre ellos estuviera su conciencia. Había sido Ossco, y debía pagar por ello. Ese pensamiento lo relajó. Se arrastró hasta la cocina y se preparó un café con leche. La cafeína siempre le había estimulado la creatividad.

En ese mismo momento, en la plaza del pueblo se celebraba una fiesta bautizada por la gallina feliz como La fiesta del amor. Los vecinos, vestidos con guirnaldas de flores, giraban cogidos de las manos al tiempo que cantaban canciones populares. Inconscientemente se despedían de la felicidad que se había apoderado de sus cabezas durante casi dos días; la serenidad regresaba a sus vidas.

miércoles, febrero 14, 2007

Historia de Ossco y Jaspi - decimoséptima entrega

Durante un día y medio la realidad perdió toda su relevancia en el pueblo. Algunos vecinos correteaban fatigosamente por los caminos convencidos de estar alcanzando velocidades ultrasónicas; otros los miraban y veían camellos sedientos, jilgueros ebrios, lenguas gigantescas que lamían las piedras. Como consecuencia, hubo vecinos que se escondieron bajo las camas, presas de un pánico insoportable, mientras otros se tiraban por los suelos víctimas de espontáneos ataques de risa que solían ir acompañados de un dedo índice que apuntaba hacia algo intrascendente.

Vigilio bailó salsa con el caballo asmático, convencido de que por fin había conquistado a Lulú. Ésta, por su parte, se unió a un grupo de vecinos que espontáneamente habían iniciado una clase de lo que ellos consideraban aeróbic en la plaza del ayuntamiento. Hubo un vecino que trepó a la copa de uno de los árboles más altos y se lanzó al grito de ¡Victoria!. El ayuntamiento fue invadido por un reducido grupo de vecinos con flores en el pelo que dedicaron la mayor parte del tiempo a actividades lujuriosas en las que se vio involucrada una gran cantidad de material de oficina. Incluso los pájaros parecieron celebrar fiestas entre las ramas de los árboles, y alguno hubo que se mezcló entre los vecinos, sintiéndose uno más.

Ossco, como cada mañana, salió de su casa y se sentó en la silla de mimbre frente al río. A lo lejos se oían sonidos poco habituales, risas, gritos, música. Pensó que tal vez era carnaval, o san Valentín, o navidad. Las festividades le traían sin cuidado, como cualquier otra cosa que llevara calor a los corazones del resto de habitantes: era un oso malo y sólo se complacía en su soledad. Al cabo de un rato vio un pájaro revolotear en círculos por encima del rió hasta que chocó contra el tronco de un árbol, en la otra orilla . ¡Será subnormal!, exclamó Ossco con una risilla cruel. Luego cerró los ojos, aún con una sonrisa en los labios, y se durmió, tal como hacía cada día.

miércoles, febrero 07, 2007

cara de tableta