viernes, marzo 31, 2006

cielo presente despejado de dudas

"Qué pasa negro?"

Esto me lo pregunta Bruno cada vez que me ve, y me lo pregunta porque en uno de sus momentos de azucar alto y mente distante, me dijo que los amigos de verdad deberían de tener un saludo reconocible, y yo le sugerí este. Los amigos de verdad. La amistad es algo muy subjetivo que cada uno la interpreta como buenamente puede o quiere, pero indiferentemente cuál sea la opinión, una ley básica es no traicionar la confianza de un amigo. Tan sencillo como parece, es una ley que en muchas ocasiones nos saltamos a la torera. Esto es lo que hice yo con Bruno. No soy persona de dar mi amistad fácilmente, más bien lo contrario. Lo que tampoco me gusta hacer es despreciar los buenos sentimientos que otras personas tienen hacia mi. Es una cuestión de educación, de ética, de principios. Si alguien es amable contigo, aunque no te caiga bien, no seas muy duro con él, porque él intenta dar lo mejor de si, aunque tú no sepas apreciarlo. Bruno me considera un gran amigo suyo, a pesar de concerme de hace poco, piensa que hemos conectado, ha visto algo en mi. No sé qué habrá descubierto o creido descubrir, pero sus sentimientos hacia mi son buenos. ¿Y yo qué hago? Lo veo con una pala y me lo imagino partiéndole la crisma a Tristán. Soy un ser vil, por mucho propósito de enmienda que haga.

Resulta que Tristán ni se ha ido, ni tenía intención de irse. Cuando Xoalde me dijo que mi vecino se marchaba, yo me escandalicé, entré en un estado de nerviosismo tal, que fui incapaz de ver con claridad lo que estaba pasando. Tristán no se iba, estaba arreglando su casa para que fuera habitable. Es normal que tuviese todo en cajas, puesto que había llegado ese mismo día. Sus nervios; los propios de un traslado. Yo que sufrí uno tan recientemente, debí de entender la situación. Desconozco si mi amigo Xoalde me quiso gastar una broma, o si su inocencia fue comparable a mi espesez, pero el caso es que su comentario me confundió grándemente.



Tristán (des)empacando.

¿La pala de Bruno? Ayer mismo descubrí que este particular perro tiene afición por la paleontología, y cada tarde después de comer, sale con su pala a ver si por suerte encuentra algún fósil. Su alegría posterior no puede tener más razón que el exito de su búsqueda.

En fin, espero aprender una lección de todo esto, aunque sea que en Ynis se pueden encontrar fósiles con la ayuda de una pala.

jueves, marzo 30, 2006

nubes de sospecha en el cielo ausente

Esta historía que estoy a punto de narrar va a ser larga, pero creo que muy interesante. Por esto mismo, os emplazo a que os pongais cómodos antes de comenzar su lectura.

Ayer me levanté pronto, de un tiempo a esta parte me es imposible dormir más allá de las 4:30 de la madrugada. El insomnio es un implacable enemigo, y trístemente para mi, me ha elegido como su rival. Sin nada que hacer y cansado de mimetizar la apariencia de un canelón, salí a dar una vuelta por el pueblo. La noche era clara y tranquila, soplaba una suave brisa que portaba bajo sus alas el leve rumor del agua del mar acariciando gentílmente la arena de la playa. Mientras, los grillos jugaban a ser músicos.

Se nota que sigo estando acostumbrado a la vida de ciudad, donde uno es dependiente de las opciones que las persianas levantadas le den. El primer sitio que visité fue el Café de Fígaro, un pequeño local muy acogedor que se encuentra en el subsuelo del museo. Las paredes son de madera, y en una esquina hay una pequeña tarima con un piano para actuaciones en directo. Mientras no hay música en vivo, el hilo musical deleita la mente de manera continuada con una música relajada de ánimo jazzero. Las veces que he ido estaba vacio, excepto esta misma mañana antes de ponerme a escribir esto, que he visto a la encantadora Sol, que trabaja en el ayuntamiento, tomando un café bien calentito antes de entrar al tajo. Por lo que he podido observar, Fígaro es un tipo parco en palabras, cuyo único interés en esta vida son los cafés. No lo demuestra hablando, pero sí con su preparación. Cierto es que sus cafés son un poco caros, pero el precio es totálmente justificado.

Pasado un tiempo volvía a estar paseando por el pueblo, esta vez con la intención de disfrutar de la naturaleza en toda su nocturnidad. Pero hete aquí que me encontré algo que me sobresaltó. Cerca del Almacén de Tom Nook, ¡había una nueva casa, junto al rio! Por supuesto la casa estaba cerrada, y no salía ninguna luz de su interior. Sólo un cartel junto a la puerta que rezaba "Casa de Tristán" fue capaz de dar una respuesta válida a mi curiosidad, aunque sin saciarla en absoluto. Así que proseguí mi ahora intranquilo caminar, ya no solo, sino acompañado de un escuadrón de preguntas. ¿Quién es Tristán? ¿Será buena gente? ¿De dónde vendrá? ¿Por qué se habrá mudado a Ynis? eran algunos de sus nombres y su capitán se hacía llamar ¡¿Cómo demonios han logrado construir una casa entera en menos de media noche?! Cuando me cansé de caminar, volví a casa. Sin conocer a todas aquellas preguntas, no las dejé entrar. Liberado de su inquisitiva compañía, no tardé mucho en olvidarme de Tristán y me dediqué a hacer no se qué.

Horas después, cuando el astro rey ya saludaba enérgicamente desde un cielo despejado, volví a recordar aquella casa, aquel Tristán, aquellas dudas. Salí fuera y allí seguían todas las cuestiones, ahora sentadas mirando al suelo, silenciosas, como soldados a los que después de mentalizarse para ser héroes, les hubieran dicho que tenían que regresar a casa. Las volví a acoger bajo mi mando y me dirigí a aquella enigmática casa con la determinación de que mis compañeras pudieran entrar en los terrenos de la épica.

La casa seguía en el mismo sitio. Buena señal.

Lo encontré paseando fuera de su casa. Tristán resultó ser un gato azulado de ojos tristones y semblante resignado. Tenía vendas por todos lados, intuyo que incluso debajo de su camiseta negra. No me explicó mucho de su pasado, ni de sus intenciones de futuro, tampoco lo pregunté. Todas las cuestiones que me acompañaban habían resultado ser unas gallinas de mucho cuidado, y a la hora de la verdad, en cuanto avistaron al felino, desertaron en masa. Mi primera impresión de Tristán fue la de alguien que huye, porque huir es la única posibilidad que tiene de ser feliz, de olvidar los males del pasado y curar las heridas de la vida. Ynis se me antoja un sitio ideal para tal fin. Me cayó bien.

El día prosiguió su camino sin mayores sobresaltos. Después de comer me encaminé a la oficina de correos que hay en el ayuntamiento y le entregué una carta a Sol cuyo destinatario era el vecino recien llegado. Recibir cartas siempre es bonito, más si te acabas de mudar, pues tienen la propiedad de unir, sea a cosas del pasado o a otras que están por venir. Esta misma mañana sin ir más lejos, me ha llegado una carta de mi madre. No ponía nada destacable, me contaba las últimas peripecias suyas y de mi padre, pero ese papel ha regado una parte de mi corazón que empezaba a resecarse.

Tras enviar la carta, me encaminé a casa de Bruno, un perro malhumorado que sospecho tiene trastornos de personalidad. Tal vez sea este enigma lo que me atrae de él, no lo sé, pero me agrada su compañía. Bruno estaba en la parte posterior de su casa, con una pala en la mano. He de reconocer que la impresión que tal estampa me supuso, fue impactante. Sin saber muy bien del todo porqué, me entró el canguelo. Él me había visto acercarme antes de que yo reparase en lo que portaba en sus manos, así que dar media vuelta no parecía ser la mejor opción. Intentando mantener el tipo, me acerqué a él e intercambiamos unas palabras, no muchas, pues estaba enojado. Bruno se pasa el día enojado, hasta que el cielo cobra un tono rosaceo cuando empieza a ponerse el sol, momento en el cual parece transformarse en una persona de lo más extrovertida y jovial. Sea como fuere, en ese momento estaba enojado. No sabría decir si muy enojado, especialmente enojado, o enojado como siempre. Sin ganas de averiguar hasta qué punto llegaba su enojo, me marché.

Quiso el destino que lo volviera a ver un poco después, cerca del puente norte, subiendo el rio desde su casa. Aún llevaba la pala. Lo volví a saludar cordialmente, y me pareció sentir que su enojo había menguado. No presté mucha atención a este detalle tampoco, estaba con la cabeza en otra cosa; Xoalde, un amigo que conozco desde hace unos años, iba a venir a visitarme en breve. Esperaba su visita para esta semana, pero no sabía que se iba a producir tan pronto. Este detalle, por supuesto no mellaba la alegría que me invadía ante la idea de recibir su visita, la primera que tenía en Ynis.

Eran casi las tres cuando desde los portones me avisaron que alguien estaba a punto de entrar. Era mi amigo, y parecía bastante más grueso de lo que yo lo recordaba. Aún seguía dándole vueltas a este detalle cuando Xoalde se quedó parado delante mio, me miró fíjamente, sonrió, y extendió los brazos. Antes de qué pudiera siquiera preguntarme qué estaba haciendo, de su ropa comenzaron a caer cientos de manzanas. Bueno, cientos no eran, pero eran un montón, eso seguro. Cuando me dijo que iba a venir, le pedí que me trajera una manzana para plantar sus semillas y si había suerte, tener algo más que perales en Ynis. Xoalde es un tanto exagerado, sí.

Es una lástima, pero su estancia no iba a durar mucho. La razón de que hubiese venido antes de lo que esperaba, era porque por un casual de la vida, coincidía que ese día tenía que pasar cerca de Ynis y por eso aprovechó para hacerme una visita. Decidimos que con el breve lapso de tiempo con el que contábamos, lo mejor sería que lo acompañase a dar una vuelta para que viera el pueblo, y de paso presentarle a mis vecinos. Curiosamente todos estaban en sus casas, aunque la hora que era convertía esta extraña situación en algo más natural. No me preocupé. Cuando ya casi era la hora de que Xoalde se marchase, llegamos junto a la casa de Tristán, que es la más cercana a los portones. Yo me entretuve fuera un momento, y Xoalde que es muy echao palante entró, y desde dentro me dijo al poco: "Entra que este vecino tuyo se está preparando para irse". Sin saber muy bien a qué se refería, entré en la casa. Aquello no tenía sentido, Tristán estaba de arriba para abajo, con nerviosismo y prisa evidentes, empacando todas sus cosas. De hecho apenas quedaba nada por empacar ya, todo había sido introducido en cajas que se agolpaban contra las paredes de toda la casa. Cuando intenté hablar con él, la cosa no se aclaró en absoluto. Parecía haber entrado en estado de shock, y sólo era capaz de hablar de la limpieza de su casa. Intenté tranquilizarlo por todos los medios, y al final parece ser que se calmó un poco. respiré algo aliviado, pero todavía contrariado ante esta situación.

Xoalde se tenía que ir, así que lo acompañé a la salida y lo despedí con la promesa de que pronto volvería a visitarme. Las puertas se cerraron y con ellas todo pensamiento del mundo exterior. Mi mente comenzó a repasar todo lo que sabía relacionado con Tristan. Esto me costó unos 0,2 segundos, así que el resto del tiempo lo dediqué a buscar explicaciones válidas. Volví a visitar a Tristán, el cual de nuevo estaba sumido en un estado de histerismo total. Lo intenté tranquilizar un poco, y cuando tras mucho esfuerzo lo logré, me fui a casa a reflexionar acerca de lo que estaba sucediendo.

Ya cuando empezaba a ocultarse el sol, desde mi habitación escuché una pequeña algarabía que provenía de la parte trasera de mi casa. Bajé a ver qué pasaba. Allí encontré a todos mis vecinos, menos Tristán, jugando juntos alegremente entre los árboles. Me acerqué a Bruno, esta vez ya sin pala, para perguntarle a qué se debía tanto alboroto. No recuerdo exáctamente lo que me dijo, pero sonó a insulto, parecía enfadado a pesar del cielo estar rosa ya. Sin entender muy bien porqué me insultaba, sólo acerté a decir "¿Eh?". No es el comentario más inteligente del mundo, pero sirvió para que Bruno se relajase y me explicase que lo que me acababa de decir no era ningún insulto, sino que era una de esas frases que se le dicen a los amigos cuando se tiene mucha confianza con ellos, y ellos no se ofenden. Definitívamente estaba en modo feliz, incluso sospecho que posiblemente había bebido o tomado algún tipo de sustancia no saludable. Fue pensando todo esto cuando como una iluminación divina, me pareció verlo todo con claridad cristalina. Bruno es un perro, y Tristan un gato, de todos es sabido el poco aprecio que tradicionalmente estos animales se tienen entre si. Bruno llevaba una pala en las manos cuando lo vi detrás de su casa, y luego lo vi más relajado un poco más arriba en el rio, con la pala aún. Siguiendo el curso del rio, entre donde vi al cánido con mala leche la primera vez y la segunda, está la casa de Tristan, el cual por la mañana parecía alguien dispuesto a relajarse en su nueva casa, en su nueva vida, y por la tarde era un manojo de nervios obsesionado con la limpieza que estaba preparándose para abandonar su nueva casa, su nueva vida. Horas después, Bruno parecía estar celebrando algo con sus vecinos de siempre. Todo esto olía muy mal, pero sin tener pruebas, no podía hacer nada. Con la intención de obtener respuestas, me encaminé a casa de Tristán, por enésima vez.

Estaba durmiendo, o eso decía un cartelito que ponía en la puerta de su casa. Con frustración extrema volví a mi casa, a la espera de que los acontecimientos siguieran su curso. Tal vez este enigma haya sido el causante de que hoy apenas haya podido conciliar el sueño, no lo sé. Puesto que no podía dormir, en mitad de la noche, y después de tomarme un café en Fígaro he ido a ver qué pasaba con Tristán. Lo único que he podido concretar a las horas que eran, es que su casa seguía allí, y el cartel de "Estoy durmiendo" también.

Así que aquí sigo, sin saber el final de esta historia, pero conforme termine de escribir estas últimas lineas ya, tengo la intención de averiguar el desenlace.

Volveré...

... espero

esbozo bucólico

Y eso es todo por el momento, me despido de vosotros respirando la tranquilidad que sólo uno puede tener al vivir independizado, y en Ynis.


Una bonita frase, sin duda, tan bonita como desafortunada. Supongo que todo se deberá a mi reciente traslado, ¡pero es que en este pueblo no paran de ocurrir cosas! Anoche, después de terminar mis obligaciones en la tienda de Nook, me di una vuelta por el pueblo. Esto es lo que he descubierto por ahora.

Ynis está en una especie de valle rodeado de escarpados riscos por la parte norte, este y oeste, dando la parte sur al mar. El terreno es llano y rico en vegetación, principalmente árboles y flores. Los árboles que más predominan son los perales. En la parte norte están ubicados unos enormes portones, vigilados día y noche por Nocencio y Vigilio, dos perros guardianes. Un poco a la izquierda de los portones, mirando desde la playa, hay una preciosa cascada a la que tengo pensado ir de manera asidua cuando tenga un poco más de tiempo. Leer, escribir, o símplemente dejar correr el tiempo por ese impresionante torrente de agua, se me antoja una idea deliciosa. El rio que forma este poderoso caudal, serpentea a lo largo del pueblo, primero a derecha y luego a izquierda, para finalmente ir a lamer el mar. Dos imponentes puentes de piedra cruzan el rio a diferentes alturas.

En cuanto a elementos menos naturales, al norte de mi casa esta el ayuntamiento, e inmediatamente después hay un museo. En la parte noroeste del pueblo están situadas la tienda de Tom Nook y la casa de las modistas justo al lado. Aparte, en el pueblo hay cinco casas, de cuatro vecinos y la mía propia. Como podeis imaginar, se trata de un lugar paradisiaco.

Acerca de uno de esos vecinos será mi próxima historia, aunque por ahora tendrá que esperar un poco. Para ir abriendo boca, os diré que responde al nombre de Tristan, y es un gato apaleado.

miércoles, marzo 29, 2006

el primer día

¿Cómo es Ynis? Esa es una pregunta que tardaré mucho tiempo en responder, y no lo haré de forma ni concisa ni tajante. De hecho se tratará de una respuesta que se extenderá en el tiempo y que irá cambiando poco a poco. Eso sí, ¡por fin puedo empezar a responderla! Ayer finalmente me trasladé a este bucólico lugar abandonado de la mano de Dios. Las primeras horas han sido intensas, aunque con cierta sensación de deja-vu. No es la primera vez que decido irme a vivir por mi cuenta a un pueblo extraño después de todo.

Como ayer de manera un tanto atolondrada conté, al poco de empezar el día me llegó un mensaje avisándome de la posibilidad de que la mudanza empezara hoy. El mensaje no mentía. A eso de las seis menos cuarto de la tarde, un taxi vino a recogerme para llevarme a lo que sería de ahí en adelante mi nuevo hogar.

Tal vez os pregunteis cómo puede ser que haya contratado un servicio de mudanza aparentemente tan impresentable. La respuesta es sencilla, aunque algo larga, así que intentaré resumirla. Cuando me fui a vivir a Florín, allí conocí a un curioso personaje: Tom Nook. Tom es un mapache bastante peculiar, no sólo tiene una gran cadena de tiendas en infinidad de pueblos, sino que además se dedica al negocio inmobiliario, tanto en lo referente a mudanzas, como a la propia venta de casas. Por si esto fuera poco, Tom es un inversor nato. Se dedica a la compraventa de todo tipo de objetos, por no hablar de sus eventuales incursiones en la construcción. Allí en Florín, Tom literalmente me salvó el culo. Por aquellos tiempos yo tenía la cabeza un poco llena de pájaros, y se me metió entre ceja y ceja la idea de independizarme, ¡no más que porque un amigo mio se había independizado un mes antes! Tom me proporcionó una casa, un trabajo, y una extraña estabilidad. Al principio me pareció un mamón, no podía parar de pensar que me estaba explotando, que estaba usándome de mordiente para avivar el fuego de su negocio. Nada más lejos de la realidad. Con el paso del tiempo me di cuenta de cuánto había hecho Tom por mi, y de lo muy agradecido que debía estarle. Por todo esto, cuando sentí que había llegado el momento de independizarme por segunda vez, pensé en él. Lo llamé, acordamos unas condiciones similares a las que tuve en Florín, y con la tranquilidad de estar en manos de Tom, me preparé para emprender una nueva vida en Ynis. La única pega es que Tom y la puntualidad no son grandes amigos, demostrado ha quedado con todo el tema este del traslado. La parte positiva, es que tampoco te exige ser puntual en los pagos de la casa. Una cosa por la otra.

Establecidos los precedentes, seguiré con la crónica del día de ayer. Como ya he dicho, el trayecto hasta el pueblo lo hice en taxi. Cuando uno sube a un taxi, nunca sabe lo que se va a encontrar. A lo largo de mi vida me he encontrado taxistas de todo tipo. Hay taxistas que no hablan, otros que no entienden el idioma del país en el que trabajan, taxistas con complejo de Fernando Alonso, incluso hay taxistas que sacan un mapa en el primer semáforo en el que paran. Esta vez me tocó un taxista-interrogador. El tipo en cuestión dijo llamarse Capitán, y por su manera de hablar, deduzco que en un tiempo pasado estuvo al mando de algún barco. Nunca imaginé que todo pudiera estar relacionado con el mar, pero el Capitán me demostró que así era. Con todo, su interrogatorio no se hizo pesado en absoluto, incluso consiguió que el viaje se me hiciera más llevadero. Espero que este capitán vuelva algún día a cruzar los mares del mundo al mando de una embarcación, porque dudo que haya mucha gente a la que como a él, le fluya agua salada por las venas, en lugar de sangre.

Una vez llegado a Ynis, terminé de concretar los últimos flecos del contrato con Tom. A grandes rasgos éste consiste en que Tom me cede una casa bastante pequeña e inhóspita por un precio muy asequible y con un crédito sin intereses, cuyas letras puedo pagar cuando me venga en gana. Además, una vez pagada la casa, Tom me dará la opción de hacer ampliaciones para vivir más cómodamente. Por si fuera poco, desde el primer momento podré decorar la casa a mi gusto, aunque Tom de momento me ha prohibido cambiar nada del piso de arriba, no sé si en un futuro cambiará de opinión. En definitiva, como estais pensando, es una ganga de oferta. Cuando llegué hice una foto, aunque por desgracia se ve un tanto borrosa. Tendré que mejorar mi técnica de cara al futuro. Aquí la teneis:


Una caja de cartón, una vela y un radiocasete antiguo sin cintas, eso es todo lo que hay. El piso de arriba es un poco más amplio, aunque está igualmente vacio. Sólo tiene una pequeña cama y un teléfono color crema. Lo cierto es que tengo mucho trabajo por delante antes de conseguir que esta casa parezca algo similar a un hogar, aunque cierto también es que voy a poner todo mi empeño en ello.

Ayer mismo sin ir más lejos, al poco de llegar, ya empecé a trabajar en la tienda de Nook a media jornada. Esta es una condición que Nook te impone siempre. De este modo ganas un poco de dinero con el que empezar tu estancia en el pueblo con buen pie. Puse tanto empeño, que Tom se debió de asustar pensando que me daría un chungo, y me despidió. Je, no os asusteis, esto estaba previsto. A él no le gusta el estrés, ni que la gente viva estresada, así que da manga ancha para que consigas el dinero por tus medios. Dado que compra literalmente todo lo que le ofrecen, sea fruta, conchas o pescado, la preocupación por no llegar a fin de mes no será uno mis vecinos aquí.

Y eso es todo por el momento, me despido de vosotros respirando la tranquilidad que sólo uno puede tener al vivir independizado, y en Ynis.

una varilla más en el abanico, un clavo más en la mente

¡Menudo día! Esto es un sinvivir, un no parar y cualquier cosa que se caracterice por una actividad sin tregua. Me duelen los pies de andar, me duele la cabeza de calcular y me duele el alma de padecer. Cansancio, ¡a pensar! Creía que todos los quebraderos empezarían mañana, que toda actividad terminaría con la preparación de la legión de bolsas que espectantes me miran desde la esquina de la habitación. Es evidente cuan equivocado estaba, siendo ahora la hora de comer, sin haber comido, ni descansado durante un santo minuto. Tampoco durante ningún minuto impio. ¿Y por qué? Porque aquel amable personaje que me comunicó las fechas para la mudanza, no incluyó el día 28 entre el abanico de candidatos a "día en el que fresquito se traslada". ¿Y eso qué signifiica? Pues no significaría nada, si no fuera porque hoy precisamente es martes día 28 de Marzo, del 2006. Amable era, no voy a desdecirme, pero lo que se dice eficiente, va a ser que no.

Tenía planeado escribir acerca de sentimientos encontrados, reflexionar acerca de lo que supone abandonar el hogar paterno para emprender una nueva vida, una aventura comparable a caminar sobre la cuerda floja sin red de protección, una aventura que todos hemos de afrontar en un momento u otro de nuestra vida. Pero esto es el mundo real. Aquí es donde uno, amable y sonriente, tiene que abrirle la puerta a una madre que empuja con dificultad un carrito con su retoño, todo ello mientras rompe con su primer amor en el portal de su casa. Aquí es donde uno puede estar en un momento íntimo, y la actividad rutinaria del día, llena de sorpresas indeseadas o demasiado deseadas, interponerse para mandarlo al garete de forma incontestable.

Por todo esto, estos temas tan sentimentales que tenía intención de tratar habrán de quedarse aparcados, tal vez de manera permanente, porque el ritmo que el día lleva es demasiado elevado para intentar desafiarlo parándose a meditar. Sería como si Indiana Jones en vez de correr como Vomitón, como el viento, se hubiese parado a considerar los pormenores y dificultades que los creadores del templo en el que se albergaba aquella bola gigante, tuvieron que acometer para albergar la misma en su interior y encajarla en un perfecto mecanismo de defensa. Y espero que con este ejemplo tan gráfico entendais mi situación y me disculpeis por despedirme tan abruptamente y sin apenas contar nada.

¡Chau!

lunes, marzo 27, 2006

hay una opción mejor que romper las costuras de tu bolsa de viaje

"Nunca subestimes un problema logístico".

Esta es una frase que espero decirle a mis hijos algún día. Si hay suerte, también se la diré a mis nietos. Y si hay mucha mucha suerte, a mis bisnietos. No creo, y tampoco espero, que la suerte vaya más allá. Sé que no es un consejo que te vaya a cambiar la vida de manera radical, pero ahí donde lo veis, es útil como él sólo.

A decir verdad la palabra logística no describe exáctamente lo que yo quiero reflejar. Si mis hijos, nietos o bisnietos, son versados, al escuchar esta palabra inmediatamente pensarán, erroneamente, que he tenido un pasado militar. Puede darse el caso incluso que me pregunten por mis batallitas (¡yuju!). Según el diccionario, logística se refiere a "1. f. Parte de la organización militar que atiende al movimiento y mantenimiento de las tropas en campaña". Sí, he hecho un uso más o menos liberal de la palabra para adaptarla a mis necesidades, y no me arrepiento de ello, chincha. Resumiendo, cuando hablo de logística, me refiero al tan traido y llevado equipaje y/o maleta.

Y ya que estamos con la maleta, desde aquí me gustaría darle las gracias a todas las series, películas, libros, comics y medios de expresión en general, que en vano han intentado enseñarme el camino correcto a seguir: que cuando uno pretende hacer el equipaje, es conveniente usar una maleta. Cuestionándome estoy si es que soy lento de entendimiento, o tal vez no he sabido ver tan claros signos, porque ahora que me dispongo a recoger mis enseres personales añoro tener una maleta. No hay que infravalorar los objetos cotidianos que a nuestro alrededor parecen crecer. Objetos tales como cubiertos, platos, peine o toallas, acaban siendo esenciales, en oposición a esos otros que valoramos tan áltamente como sea un ipod, una consola o una cámara de fotos, los cuales tras unos pocos días sin ellos se muestran totalmente superfluos. Sí, sí, no pongamos ahora el grito en el cielo tampoco, es la pura realidad, incluso los móviles son prescindibles, cosa que comprobaremos si nos vamos unos cuantos días de acampada. A decir verdad la maleta es un objeto de estos superfluos de los que hablo, pero ahora que estais enojados ante la idea de que vuestro reproductor de música portátil no sea esencial, empezareis a entender dónde encaja la maleta en todo esto. Puedes vivir sin una maleta, sí, pero si la tienes te ahorrarás algún que otro quebradero de cabeza. Y yo no la tengo, ¡cachis!

Siempre que he tenido que desplazarme, he ido cargado con varias mochilas y bolsas deportivas, cual mula de carga. Y el problema no es que pesen, que pesan, el problema es lo incómodo que resulta tener todas las manos (sí, sí, ¡todas ellas!) ocupadas en todo momento, con lo que ello conlleva. Por ejemplo, tener que correr el riesgo de dejar una bolsa en el suelo, para no volver a verla más, ni a ella ni a lo que contenía, que suele ser lo más doloroso. La gente es muy rápida y silenciosa, y los hijos de puta de los ladrones, también. O tener que dar el billete a la azafata en el andén, un clásico. Deja todo en el suelo, rebusca en los bolsillos, que sí aquí no está, que sí aquí tampoco, ah, está aquí. ¿Un poco arrugado? sí, verá, es que no tengo maleta. Pobrecito, no tiene maleta. Oiga, el de delante, dese prisa. Espérese, que ya voy. Que el tren se va...

Por supuesto, los problemas no terminan aquí, bueno, terminar sí, pero dan comienzo mucho antes. Estareis pensando que empiezan cuando preparas el equipaje, y no, no empiezan ahí, hasta ese punto todo es un camino de rosas. Los problemas empiezan cuando todo eso que hemos preparado tenemos que embutirlo dentro de las bolsas, mochilas y demás objetos con la propiedad de albergar cosas en su interior que tengamos a nuestra disposición. Sí los faquires pertenecen o no a esta última categoría, aún está por dilucidar. Tras mucho tiempo y esfuerzo, habremos conseguido empacarlo todo, porque la técnica de empujar y empujar hasta que quepa, si ha pervivido hasta nuestros días es porque funciona. Otra historia es cómo queden las bolsas y lo que en ellas hay.

Por todo esto, y puesto que de momento no tengo descendencia a quien decírselo, os lo digo a vosotros:

"Nunca subestimeis un problema logístico".

domingo, marzo 26, 2006

haciendo cruces

Amanece, es domingo, me han quitado una hora de mi vida, con la promesa de que en unos cuantos meses me la devolverán, eso sí. Respiro aliviado. Es domingo, el alivio desaparece, la incertidumbre lo ha exorcizado. Desayuno, veo la tele, me relajo, es domingo, todo va bien. No, no todo va bien, las mentiras no ayudan, la supuesta relajación y sosiego inherentes a un domingo me han sido sustraidas por una mudanza cleptómana.

Es una sensación terrible esto de la incertidumbre, que multiplica por x un hecho señalado en el calendario, sin importar que éste tenga la intención de existir un día tan sólo. Mi pobre calendario llora desconsolado, no sabe, no entiende porqué le he tachado los días 29, 30 y 31 con un regimiento de cruces. Tres únicos días, marcado cada uno tantas veces como el reducido tamaño de la cartulina lo ha permitido, y entonces, muchas muchas veces más. Cada marca es una tirita que intenta cerrar una herida en mi maltrecha tranquilidad, inútilmente. Rios de nervios manan de cada hora, de cada minuto, de cada segundo de esos tres malditos días. Malditos no deberían de ser. La liberación por la independencia ha pasado de moda, es un héroe caido, larga vida a la liberación de la incetidumbre ¡Larga vida! No importa de donde provenga la liberación tampoco, lo importante es ser libre de nuevo. Y sigue siendo domingo, y la serenidad llega tarde. Horror.

No se preocupe, como muy tarde el viernes 31 usted ya estará viviendo en Ynis.
¿Como muy tarde...?
Sí, es que hay posibilidades de que la mudanza se produzca el jueves 30
Interesante.
Incluso tal vez el miércoles 29.
Interesante también. ¿No tendrá una tila y tiritas, no?
¿Cómo?
No, nada. No me gusta la tila de todos modos.


Perder una hora no es tan malo después de todo. Duermo menos. Me levanto a la misma hora. Todo sigue igual en apariencia. Las apariencias son lo que siempre importa, de todos es sabido. No debería de preocuparme, quedan dos días de vida sin implantes, sin vivir con un teléfono implantado, por si llaman. El dicho de "si llaman y no lo cojo, ya llamarán más tarde", parece no tener vigencia ya, con lo que me gustaba, y lo han jubilidado, o le han dado vacaciones obligadas, o ha enfermado, tal vez alergia, que ahora llega la primavera y a los alérgicos nos recuerdan en la tele que tengamos cuidado. Menos mal, no sé qué haría sin ellos. No tendrá tele el dicho este. Ahora reina "si llaman y no lo cojo, tal vez nunca vuelvan a llamar". Y es el negrito este el que lo descuadra todo. No por ser negrito, claro (¿mulatito...?), sino porque tal vez se dedica a regalar incertidumbre como si estuviera junto a la plaza de toros repartiendo panfletos publicitarios. Con la diferencia de que este panfleto lo cojes, no para tirarlo al suelo, como un guarro. tal vez me cago en ti. No por ser negrito, claro (¿mulatito...?).

Justificaciones innecesarias. La culpa es de los nervios. Los nervios son mios. Una equación sencilla, ciertamente. Y sigue siendo domingo, claro (¿buen día...?). Esperemos que sí. Esperemos; siempre la misma historia. Repitamos y esperemos. Y la tila que no llega, pero como no me gusta, tampoco importa.

sábado, marzo 25, 2006

vértigo en la malla

Y pensar que todo pueda depender de un sí o un no, de izquierda o derecha, de blanco o negro...

La vida da muchas vueltas, como comúnmente se dice, y la mía no es ninguna excepción. A lo largo de mi existencia se me han presentado multitud de opciones, y elegir una a veces ha significado descartar las demás. Otras veces estas opciones se han disfrazado de camino obligado. Incluso me ha ocurrido ir tan rápido que me he pasado un desvio al que ya nunca podré volver. Es esa sensación, el vértigo de no poder regresar, la pérdida que supone no poder ver detrás de esa puerta por la que no entraste, tan sólo imaginarlo, la que asusta.

Pensad por un momento lo que para mi significó pués, tener que elegir un pueblo donde irme a vivir. Estuve meses pensándomelo, buscando la manera de prever qué solución sería la mejor, analizando multitud de opciones, rascándome la masa encefálica en busca de una solución óptima, como si escarbar en la materia gris fuera el fin en sí mismo. Al final de este largo y exhaustivo proceso quedaron dos opciones: Ynis y Le Cité. Dos simples nombres, pudiera decirse. Dos caminos. Dos opciones. Finalmente había filtrado esa ingente cantidad de pueblos para obtener tan sólo dos. Y algunos dirán que al ser tan sólo dos, la cosa sería mejor de ahí en adelante. Y yo les diré que se equivocan.

Me explicaré. ¿Nunca os ha pasado eso de ir buscando una pieza de ropa que os guste y no saber cuál elegir? Imaginad que por ejemplo vais a una tienda en busca de unos pantalones que os sienten bien. La talla tendrá que ser una no muy alejada de la que tengan los pantalones que llevais puestos. Pongamos que usais una 40, no os vais a poner a buscar prendas de la talla 52, ni de la 34 (bueno, hay quien sí, pero es mejor no hacerlo). Así tendreis que regiros por esas medidas, con lo que todos los pantalones que pertenezcan a tallas no comprendida entre esas que os puedan servir quedan excluidos, así, de un plumazo. También sabemos qué tipo de pantalones no nos gustan. Digamos que por ejemplo nos gustan sólo los tejanos y los de pana. Es posible que encontremos unos chinos que nos agraden, pero lo más seguro es que no, porque los tejanos y los de pana son más guays, y punto. Hale, ya nos hemos quitado de encima otro montón de pantalones. Ahora imaginemos que nos gusta vestir de manera sobria, por lo que los colores no serán muy vistosos, y nos gusta la ropa clara, además, así que nos centraremos en estas gamas, lo que no hace sino apartar de la equación otro montón de pantalones. El cerco se está estrechando, y eso antes siquiera de saludarle educadamente a la dependienta que hay en caja.

Sigamos. Nos ponemos a mirar los modelos que hay, y vemos que hay seis de pana que corresponden a estas características, y cuatro tejanos. De los seis de pana dos son de pana fina, que no nos hace gracia, y uno de ellos y otros dos, tienen demasiados bolsillos para nuestro gusto. De los tejanos, dos tienen los colores desteñidos, cosa que no nos gusta. Nos quedan tres de pana y dos tejanos donde elegir. En cuanto a estética la criba ya ha concluido. Ahora toca el turno de probarnos los que nos gustan y ver cómo nos quedan. Tras un buen rato de sacar y meter piernas en camales, miradas al espejo acompañadas de leves torsiones de cintura y posibles consultas a algún acompañante, llegamos a la conclusión de que tan sólo el pantalón de pana beige y el tejano blanco nos van como anillo al dedo. Y es aquí cuando empieza el verdadero problema, porque los dos nos gustan, mucho. ¿Cuál elegir? Tratándose de pantalones, muchas veces acabaremos llevándonos los dos cuando notemos que la cabeza empieza a calentarse lévemente a causa de la intensa actividad neuronal.

Ahora bien, ¿cómo se las apaña uno para irse a vivir simultaneamente a dos pueblos?

Le Cité o Ynis, Ynis o Le Cité. No hace falta ser muy avispado para saber qué opción elegí. Ahora que ya me he decidido, todo parece más sencillo, menos dramático. Pero hasta hace escasos días vivía en una tormenta de sies y noes, claros y nubarrones, pros y contras. De hecho, en un principio todo parecía indicar que finalmente viviría en Le Cité. Le Cité es un pueblo que pese a ser pequeño, está lleno de prosperidad. Además, se trata de un lugar con mucha clase y tradición. Y ¿qué tiene Ynis? Pues no sabría decirlo. No sabría enumerar sus características o virtudes, es un lugar que aún estoy por descubrir. Desde que supe de su existencia hace ya unos cuantos años, siempre ha estado dentro de mi, escondido, hasta que un buen día, volvió a mi memoria activa. Así que aunque la elección pareciera sencilla; escoger entre una realidad llena de futuro y un recuerdo difuso que no sé muy bien porqué seguía conservando, el caso es que me costó horrores decantarme.

Y aquí estoy, un poco más allá de la encrucijada, mirando atrás, preguntándome que habrá en el otro camino, y si me habría gustado, esperanzado de que el que he elegido me ofrezca más cosas buenas que malas. ¿Miedo? No, sólo algo de incertidumbre. Después de todo así es la vida, una malla de caminos que se entrelazan entre si hasta llegar a un final común: la muerte.

Por cierto, ¿he dicho ya que después de decantarme por Ynis descubrí que había un pueblo llamado La Parra?

viernes, marzo 24, 2006

tres cartas de vanidad

¿Nunca habeis tenido un sueño recurrente? Supongo que sí, prácticamnte todo el mundo los tiene, o eso creo. Hay gente que no sueña. También hay gente que no tiene sueños, aunque eso es un poco diferente al tema que estoy tratando. Yo cuando era más joven no soñaba, al menos no durmiendo. Todo lo que tenía que soñar lo soñaba despierto. Es comprensible que para cuando cerraba los ojos en la cama ya no tuviera nada más que imaginar. Aún así todos mis amigos me decían que sí que soñaba, pero que no recordaba nada. Pero no, yo insisto y mantengo que no soñaba, porque hay muchas veces que sí que he soñado, y luego no me he acordado, pero me ha quedado la sensación de haber soñado, pero esa sensación no la sentí en años, así que no, no soñé, le pese a quien le pese.

De más joven aún, cuando era niño, sí que tenía sueños recurrentes, la mayoría de ellos pesadillas. Recuerdo soñar con estar encerrado en una nave espacial con una ambientación a lo Alien, pero sin alien alguno. En estas pesadillas no pasaba miedo, porque aunque la nave era como la de la película, estaba completamente vacía. Lo que sí que pasaba era mucha angustia, angustia por no encontrar una salida, por estar encerrado en aquella oscura nave llena de corredores y salas tan parecidas entre sí, tan artificiales, tan frias e inhóspitas. Y en eso consistía todo el sueño, en la búsqueda de una vía de escape que nunca llegaba. Todos mis sueños recurrentes son del mismo tipo; secuencias que se repiten una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez... y yo no puedo hacer nada para evitarlo, algo para salir de ese bucle en el que no sé muy bien como he entrado.

En Diciembre del año pasado empecé a tener un sueño recurrente totalmente diferente a los de mi niñez, y en absoluto angustioso. Me duró dos semanas aproximadamente, y como vino, se fue. Yo vivía en un pueblo muy parecido a Florín, lleno de animales que hablaban, paseaban, reían, escribían, y en general daban mucha rabia. No todos mis vecinos eran animales en esta ocasión. En Idabla, que así se llamaba el pueblo, vivían Anna, Blava y linus. Desgraciadamente todo lo que pude saber de ellas fue a través de las cartas que los animales me enseñaban emocionadamente.

Toma una "mesa regia". Adios.
ponía en una carta.

Hola, espero que te guste este "mueble cabaña".
ponía en otra.

Profundidad es la palabra que describía aquellas misivas. Pero para ellos aquellas cartas eran como tesoros, las valoraban más de lo que algunos valoran la vida misma. Si lo piensas detenidamente, no es para menos, que alguien se pare a escribirle una carta a un animal no es algo que pase todos los días. Recuerdo que en uno de los tantos sueños que tuve, me decidí yo mismo a escribirle a los vecinos que mejor me caían: Jacinto, Groucho y Luisa. Con la mente puesta en que esa carta la enseñarían a todo aquel que se ponía a tiro, y queriendo impresionar a todo el que se dignara a leerla, puse toda mi berborrea a funcionar. El resultado fueron tres cartas tan memorables, que de haber sido escritas en otra época habrían sido objeto de odas y canciones múltiples por los bardos del lugar. La respuesta de los tres animalejos no se hizo esperar;

¡No entiendo nada de lo que dices! ¡Aprende a escribir!
fue más o menos lo que los tres me respondieron.

Mi frustración fue tal que les escribí un capazo de groserias de manera inmediata. ¿Y qué pasó entonces? Pues pasó lo normal en un sitio donde la lógica no tiene cabida, como era Idabla. Pasó que los tres animalillos estos empezaron a mostrar las tres últimas cartas que les envié a todo viandante que pasara por delante suyo, diciendo que les había llegado al corazón y que los emocionaba hasta límites extremos. Eso es lo que pasó.

Y es que uno no puede esperar más de unos animales que viven en un pueblo llamado Idabla y forman parte de un sueño recurrente.

jueves, marzo 23, 2006

¿yniseños? ¿ynienses? ¿una planta colágena?

Y digo yo, ¿qué gentilicio tendrán aquellos que están empadronados en Ynis?

Esta es una de esas preguntas que en un momento dado surgen en la mente de uno. Porque se ha de ser consciente que toda idea surge en un momento dado, a veces en los más inusuales e incluso inoportunos, y que así mismo, siempre surge en la mente de uno. Se ha dado el caso de que una misma idea haya surgido en la mente de dos, o tres, o más de tres, que diría el Rey de los Enanos Gully, pero lo normal es que una idea surja en la mente de uno, y además, que se trate de una mala idea. En este caso la idea viene con nombre de pregunta, y una pregunta según la respuesta que uno pueda obtener, se considerará buena o mala, o ni una cosa ni la otra. Por si a alguien le importa la aclaración.

¿Es pues esta una mala pregunta?
Podría ser.

La verdad es que pocos gentilicios tienen una sonoridad agradable, siendo especialmente malsonantes aquellos acabados en -anos. Yo personalmente, por pura intuición, me decanto más por los dos términos utilizados en el título de este texto, los dos primeros, claro, porque el otro no es gentilicio alguno (aunque pondría la mano en el fuego porque a más de uno le ha pasado por alto este pequeño detalle). Supongo que habrán unas reglas más o menos estrictas que regirán el porqué se usa uno y porqué se usa otro. Puesto que desconozco estas reglas, y ante la disyuntiva en la que me hallo, optaré por el camino más sencillo y seguro: los llamaré habitantes de Ynis.

recuerdos de una vida previa

Una vez viví otra vida.

Bien, a decir verdad, no sólo una. El caso es que la vida a la que ahora me refiero, es una que viví en un precioso pueblo llamado Florín. Florín era un lugar sin gigantes, ni enanos sicilianos, ni príncipes cazadores, ni espadachines españoles llamados Íñigo Montoya obsesionados con vengar a su padre, ni tan siquiera misteriosos hombres de negro. Por no haber no había ni princesas prometidas secuestradas para enfrentar al pueblo en una guerra contra Guilder, el pueblo vecino. De hecho Guilder era un lugar que nadie en Florín conocía. Así que, ¿qué tenía de peculiar ese Florín para que pasada esa vida lo recuerde ahora con cierto cariño? Pues sencillo, Florín fue el primer pueblo en el que un servidor se independizó. Cierto es que lo hice bajo un pseudónimo, tal vez por miedo al fracaso, por alejar mi identidad de la pérdida de la partida que jugué contra la emancipación. Outie fue el nombre elegido.

Además de esta peculiaridad totalmente subjetiva, Florín contaba con la objetiva peculiaridad de ser un pueblo lleno de animales. No hablo de animales salvajes o domésticos, no, no, no, hablo de vecinos animales, los cuales hablaban, e incluso escribían en mi propio idioma. Allí conocí a Hugo, a Gruñón, a Tom, a Cuqui... qué recuerdos.

Allí viví durante varios meses, no recuerdo cuantos exáctamente. Fueron tiempos de prosperidad y mucho trabajo. Pero un día tuve que abandonar esa vida, dejé atrás mi identidad oculta, dejé atrás Florín, con Tom, Hugo, Gruñón, mi plan de urbanismo recién iniciado, y con todo lo demás. Y tal vez os pregunteis por qué, y yo... pues no os lo explicaré.

Buenas noches.