domingo, julio 30, 2006

¿qué me pasa doctor?

Visto el éxito conseguido por mis últimas entradas artísticas, cambiaré un poco de tercio, temáticamente hablando. No, no, no me llameis vendido aún, que en verdad la razón de escribir esta entrada no es esta que digo, sino una más inquisitiva. El caso es que de la noche a la mañana, hace un par de días o tres, estaba aburrido en compañía del pegajoso insomnio veraniego, cuando me paré a ver un par de videos de un juego de fútbol americano (Madden 2007 para Xbox360, para más señas). Nunca me ha atraido este deporte, la Xbox360 no es una consola que me genera demasiadas simpatías (ya sabeis, el típico y tópico odio a Microsoft), pero estaba realmente aburrido, y mira, uno siempre tiene curiosidad por ver la potencia gráfica de una consola muy superior a la que se posee. Normalmente cuando he visto algún video que reuniese las características citadas, la reacción ha sido borrar de mi memoria una cantidad de tiempo equivalente a la duración del video en cuestión, pero esta vez no fue así, esta vez pasó algo diferente. Para cuando los videos habían terminado, en mi cabecita se había instalado la curiosidad por saber cómo funcionaba aquel deporte que a primera vista sólo mostraba hostias y placajes a lo salvaje fashion.

Así que me puse a buscar información acerca del mecanismo de juego del fútbol americano. Lo sorprendente e inquietante del asunto, es que me pareció de lo más interesante. Siempre me han gustado los juegos estratégicos, y resulta que escondida tras esa amalgama de bestialidad desatada, la base del deporte de la Super Bowl era estrategia pura. Así que indagué más y más, hasta comprender a grandes rasgos cómo funcionaba el asunto. Una vez lo supe, decidí poner mis conocimientos a prueba de manera práctica, así que me bajé un juego de la NES llamado Tecmo Super Bowl. Es un vicio, he estado jugando intensamente los dos últimos días, hasta que hoy he descubierto que la saga continuó hasta la SNES, y me he bajado las versiones aparecidas para esta consola.

Superados el paso esencial de que me guste jugar a juegos de fútbol americano, llegó el momento de ver si podría aguantar un partido de imagen real, así que me bajé la Super Bowl de este año, que enfrentaba a los Steelers y los Seahawks. No sólo lo aguanté. Me gustó, y eso que estaba retransmitido en francés, lo que significa que no me enteré ni papa de lo que decían, excepto los nombres y los términos heredados del inglés. Ahora he puesto a bajar algunos partidos más, y alguna recopilación de "best of" que otra. Sí, soy un obseso, lo sé.

Para terminar, voy a copiar dos anécdotas que leí en la web fútbol americano para todos que me parecieron bastante curiosas.
  • El pegaloso: Lester Hayes era un cornerback (defensa lateral) que se embadurnaba todo el uniforme y sus manos de un pegamento que él llamaba ''stickum''. Cuando el balón rozaba su cuerpo se quedaba literalmente pegado a su uniforme. En una sola temporada logró 13 intercepciones, el segundo mejor registro de la historia. Poco despues la NFL prohibió esta práctica por considerar que iba en contra del espiritu deportivo.
  • ¿Lento de reflejos, o un listo? En la Superbowl XX se produjo un hecho curioso durante la ceremonia de lanzamiento de moneda. Como es habitual en estos casos, el arbitro pidió al capitan de los Chicago Bears (Walter Payton) que escogiera cara o cruz mientras la moneda estaba en el aire.
    El arbitro lanzó la moneda y cayó sobre el terreno de juego sin que Payton abriera la boca, cuando la moneda llevaba ya un par de segundos inmovil sobre la hierba dijo: ''cara''. El arbitro no puso objeción alguna y dió la posesión a los Bears.
    Los Bears ganaron ganaron por 46 a 10, pero no creo que el incidente de la moneda influyera en el resultado.
Y esto es lo que quería compartir. Y sí, ya he pedido cita con el neurólogo para ver qué coño me ha pasado en el cerebro. Y sí, soy una mala persona por haceros perder el tiempo de esta manera.

lunes, julio 24, 2006

dur series - como un negro

dur series - como un cubata
dur series - como un cerdo

La serie favorita de todos (si no contamos con House) vuelve, y no lo hace a lo grande. De hecho, este es el peor dibujo de lo que va de serie, e irónicamente, el que menos me gusta como ha quedado tras la sesión de Photoshop. A decir verdad, el dibujo en si es un cagarro, pero bueno, después de un día de inactividad, había que romper el hielo con algo. En fin, cualquiera diría viendo las últimas entradas, que este blog se está volviendo pornográfico por momentos. Obviamente no es así, y la constatación es que no ha aumentado el número de visitas.

sábado, julio 22, 2006

un sencillo regalo

Hora de hacer un alto en el camino. No, no me refiero a no colorear dibujos, sino a no colorear un dibujo de la dur series. El dibujo que hoy os presento es uno que hice hace unos seis años. Por aquellas estaba en una mala época, ya sabeis; corazones rotos, amorios imposibles... la misma historia que todos hemos vivido en un momento de nuestras vidas, de un modo u otro. Lo que pasa es que cuando uno es capaz de expresar sus sentimientos con algo más que palabras, siempre parece que es más sentido. Por mi parte, opino que tumbarse en la cama a llorar es una expresión tan poderosa como el más representativo de los dibujos. Pero bueno, si me dan a elegir, me quedo con el plasmar mis sentimientos a traves de mis manos y no de mis lacrimales.

Este es un dibujo que hice a lapiz, y ahí se quedó. Me salió bastante fácilmente, sin apenas recurrir a la goma de borrar, excepto en sitios muy puntuales. Sin embargo, no es el dibujo más pulcro que he hecho en mi vida. Pero a pesar de este detalle, he optado por no limpiarlo, pues al fin y al cabo, una de las cosas de las que intento escapar, es de la perfección del ordenador. Esa perfección tan fría e inexpresiva es tentadora, pero aterradora al mismo tiempo.

La metodología es la de siempre, aunque esta vez me ha llevado bastante más tiempo. He hecho bastantes pruebas y mezclado infinidad de capas clonadas, hasta encontrar la tonalidad deseada y con el efecto perseguido. Me siento más que contento con el resultado final. Espero que os guste a vosotros también.

PD: El dibujo ha sufrido un pequeño retoque tras ser posteado, así que no, no estais flipando los que lo hayais visto antes y lo recordeis algo diferente.

viernes, julio 21, 2006

dur series - como un cubata

dur series - como un cerdo

Bienvenidos a la segunda entrega de esta serie de entradas tan entrañables e inocentes. La verdad es que me lo estoy pasando casi tan bien dándole color a los dibujos, como en su momento lo fue concebirlos. El siguiente en la lista, como ya habreis deducido al leer el título, es como un cubata. Como un cubata nos presenta al otro personaje de la pareja de alienígenas que llegaron a la tierra con el objetivo de recuperar a su hermano Anolmarth. Pero vamos a lo que vamos.

En este he seguido una metodología algo diferente, pero no tanto como para por ello incluir todos los pases llevados a cabo. La pequeña varición ha venido dada porque una vez puestos los grises para los detalles principales, he añadido los pequeños detalles tirando del color directamente en una capa nueva. El resultado me ha gustado, y es lo que seguiré haciendo de ahora en adelante de cara a detallar. Y nada más por ahora, aquí teneis este ejemplar de pene con patas en todo su apogeo. Por cierto, que me he permitido probar a ponerle un marco manualmente, ya que desconozco cómo cambiar el color del mismo desde la plantilla.

dur series - como un cerdo

Aquí sigo, en mi locura necromántica; resucitando viejos dibujos que nunca conocieron el mundo de los colores. Me siento como se debió sentir alguien que después de descubrir el color en el cine, se dedicaba a pintar todas las películas que ponían delante suyo. Esta tarde he hecho una pequeña recopilación de cadáveres que por un motivo u otro, se quedaron en blanco y negro, y que por su naturaleza, pueden ser víctimas propicias para dar rienda suelta a mi locura coloreadora. Entre ellos, se encuentran una serie de dibujos dedicados a unos simpáticos personajes aparecidos en un cómic que el perrico y un servidor comenzamos, pero nunca concluimos. Cabe decir que debería de buscar los originales de las páginas del cómic en cuestión, pues no los tengo localizados, y su valor artístico es sólo comparable al de una imitación del Gernika hecha por una persona sin brazos ni sentido de la vista o el tacto, con tinta creada a raiz de destilar semen de macaco y leche de koala hembra. Además de porque mis criadillas están bajo amenaza de independización forzosa mediante la ancestral técnica del arrancar de cuajo que el perrico ejercerá sin remordimiento, y con mucha saña y regocijo, si no los encuentro. Cualquiera coincidirá conmigo en que son razones de peso.

Para los más curiosos, diré que el cómic en cuestión estaba basado en las venturas y desventuras de unos simpáticos seres, los cuales tras formar lo que denominaron como "La Corte Oscura", se sintieron en el derecho y obligación de dar por culo un ratico. En un momento dado aparecieron unos personajes basados en una famosa serie de animación, para los cuales tenía preparado un destino más glorioso que el que finalmente tuvieron. Gracias perrito, de todo corazón. Puta. Y es uno de estos personajes el que os presento ahora, y que da comienzo a esta serie de dibujos que he dado en llamar "dur series". Dur porque el cómic se llamaba "Nabos para Dur", series porque serán varios dibujos.

"Como un Cerdo" es el primer elegido, como buen Ataque Viril 1 que es. Este dibujo, al igual que el resto, fueron gestados durante una estancia multitudinaria en el cubil del mariquita entrañable. Está hecho directamente a boli, sobre el reverso de una fotocopia de dudoso origen. El objetivo era presentar las tres habilidades principales de estos seres procedentes de un planeta cuyo nombre he olvidado, o tal vez nunca llegó a existir. El color ha sido añadido en unos cuantos minutos, sin mucho cuidado, porque un dibujo de esta naturaleza no merece más. También porque quiero aprender a dar color con un estilo determinado, que no rememore en demasía la sensación de estar ante un dibujo pintado por ordenador. Irónicamente, nunca me han gustado los dibujos pintados por ordenador. Nunca hasta hace un tiempo, que las técnicas empleadas comenzaron a escapar de los degradados imposibles y los renderizados y texturizados exagerados.

En fin, sin más, aquí teneis el resultado final. Esta vez sin pasos previos, pues son los mismos de siempre, sólo que con una base más bien pobre.

jueves, julio 20, 2006

wassap

Pues sí, este es el garrulismo que he usado para nombrar mi (no tan) última creación. Como todo lo que hago últimamente, lo que hoy os presento es otro rehecho de un dibujo antiguo. Este, al igual que el que os presenté en la entrada "un hombre debe conocer sus limitaciones - parte i", tuvo su origen en una especie de ejercicio de motivación para dibujar. El año pasado mi intrépida compañera y yo nos dedicamos buena parte del año a mandarnos ejercicios mutuamente. Ella escribiría y yo dibujaría. Wassap tenía el único objetivo de ser un alien, nada más. En su momento fue uno de los deberes que más me gustaron, tanto a la hora de planteármelo, como de ejecutarlo. El resultado también fue de los mejores, apesar de estar hecho directamente a tinta. Reincido en el hecho de que se trataba de simples ejercicios que se hacían en un día (un día significando un rato, una hora, o lo que hiciese falta, pero normalmente se acababa haciendolos a correprisas, porque somos gente así de guay, claro).

El primer paso que llevé a cabo fue ajustar un poco los niveles, para colorear luego con mayor comodidad. Las lineas quedaron más negras y los blancos más limpios. El siguiente paso, como viene siendo habitual, fue ir capa por capa coloreando las diferentes partes del dibujo, según el color que iban a tener en el futuro. Esta vez en vez de usar una metodología más basada en la experiencia del mundo real, me he dejado llevar un poco por trazos más rápidos y despreocupados, aunque no he podido evitar ir retocando pequeñas cosas que nadie va a notar. En cualquier caso, la tarea ha resultado ser mucho más rápida y gratificante (por lo veloz, más que otra cosa).

Una vez completado el proceso de ogrocitación (ir añadiendo capas), lo siguiente fue jugar con el tono/contraste de cada capa, para conseguir el color deseado. Además de jugar con los efectos de cada capa y su opacidad, según las circustancias. Como veis el dibujo en grises es mucho más oscuro que el dibujo final, y eso se debe a esto que digo. ¿Por qué lo hago más oscuro de primeras? Porque quitar opacidad, o dar más brillo es mucho más sencillo que añadir sombras que en el dibujo original no están. Simple comodidad y pragmatismo. He intentado no usar colores muy diferenciados y mantener una especie de paleta uniforme. Además he incorporado un simple fondo consistente en trazos cutres y unas sombras más cutres que los trazos. Pero bueno, mejor eso que dejarlo sobre fondo blanco. Por cierto, que he usado una foto de tejido vaquero repetida varias veces para lograr el efecto de la ropa. Diría que queda bien.

Por último he añadido el texto en rojo y la firma. El texto logra que el dibujo no quede tan vacio, y le da un aire más macarilla, que opino le sienta bien. Aunque no me gusta como me han quedado las letras, también es cierto que no les he dedicado demasiado esfuerzo (escribirlas y ya está). Respecto a la firma, pues decir que la estreno. He pensado que ya que voy a subir imágenes a internete, pues mejor firmarlas. Nunca había tenido una firma para los dibujos. Los pocos dibujos que he firmado en mi vida, han sido firmados con mi firma habitual; muy poco estética ella. Sin embargo, hace un rato, después de terminar el dibujo, me he planteado firmarlo, y enseguida se me ha ocurrido esta firma, la cual me gusta, tanto en apariencia (que supongo iré mejorando y estilizando con el paso del tiempo), como por el significado, que dejaré por ahora que intenteis averiguarlo por vosotros mismos.

Como extra, os traigo la versión intrépida. Esto es; he ido preguntando partes del dibujo a mi compi y ella me iba diciendo colores. Una vez puestos todos, le he enviado el dibujo, por lo que no ha podido ir haciéndose una idea de cómo iban quedando ni casando entre ellos. Esto no significa que casen mal, sólo explico las circustancias tras el coloreado. Y nada, eso es todo por hoy, que es más de lo que fue ayer, así que no os quejeis más de la cuenta, ¡y leed los cuentos de mi compi!

PD: ¡Leedlos!

viernes, julio 14, 2006

Obedezco porque soy buena persona

Aquí tenéis, almas insaciables, un inicio y un cuento.


La aviadora

Hay algo perverso en la memoria; en la manera cómo los objetos, los paisajes, las melodías, quedan impregnados de vida muerta, de pedazos de felicidad, llanto, miedo, culpabilidad, silencio. La aviadora vuela sobre un campo sin cultivar extendido como un pañuelo sucio, y recuerda. Los brazos de su padre eran fuertes y estaban cubiertos por una capa suave de pelo rubio. Sus dientes, ennegrecidos por el tabaco y la falta de atención, la saludaban en cuanto la madre abría la puerta, por encima de su hombro, sin darle tiempo a dejarlo pasar con un gesto de hastío y de felicidad empática. Esos días cogía la enorme mano de estatua caliente de su padre y los dos caminaban durante horas por el campo. Se impregnaban del olor de las flores y del estiércol, arrancaban trozos de hierba y los lanzaban hacia las ovejas que los miraban impasibles, se tumbaban en la tierra a observar las nubes y se sumergían hasta los tobillos en los caminos pantanosos que conducían a lugares oscuros con árboles y ruidos extraños que le llenaban el pecho de cosquillas. Cuando regresaba a casa la madre se llevaba las manos a la cabeza al ver el estado de su ropa, la metía en la bañera y acogía refunfuñando los restos de alegría que la visita del padre había dejado en su hija. Más tarde supo cosas acerca de su padre que la ayudaron a perdonar la indiferencia con que la madre lo evitaba, pero fue capaz de separar el conocimiento del amor visceral y sincero que sintió por él cuando aún no sabía exactamente qué significaba la palabra amor.

El campo ha dejado paso a una cordillera y la aviadora sonríe. Detrás de las montañas aparece el mar, el brillo de libélula de sus aguas bajo la luz del mediodía salpica sus gafas oscuras. A los quince años se lanzó al mar desde lo alto de una roca. Los que supieron de su hazaña (dos hombres que viajaban en bote por esas calas y que la confundieron con una gaviota antes de verla lanzarse al vacío) creyeron que quería suicidarse y le salvaron la vida. Cuando llegó a casa por la noche el pelo se le había secado y lo único que la delataba era el brillo nuevo que había aparecido en su mirada. Su madre la miró un momento al entrar, se acercó a ella, le cogió la barbilla, hurgó en sus ojos; luego sonrió, le besó la frente, le preparó la cena.


(esto era el inicio, por si había dudas)


Telepatía
(o algo)

Al principio me cohibía. Pensaba algo y al momento me arrepentía de haberlo pensado, y me apresuraba a reemplazar ese pensamiento por algún otro más apropiado, menos personal. Entonces se iniciaba en mi cabeza una lucha de pensamientos que terminaba con un portazo o un golpe en la mesa o cualquier cosa que cerrara el círculo vicioso y me devolviera a mí mismo. Ella lo llevaba mucho mejor. A veces la veía caminar hacia mí con ojos de niña feliz y por un momento me preguntaba qué pretendía, a pesar de saber perfectamente que me iba a hacer cosquillas en el costado derecho. Pero justo antes de llegar a mi lado cambiaba de dirección sus pasos y decía algo como escopeta. Eso me desconcertaba y le hubiera besado el cuello cuando lo inclinaba hacia atrás al reír, si no se lo hubiera cubierto con las manos siempre que esa idea cruzaba mi cabeza.

Con el tiempo me acostumbré. Al fin y al cabo era algo que formaba parte de nosotros, que había llegado igual que llegó su olor, su voz o la forma hecatómbica en que había transformado mi manera de mirar el mundo. Y empecé a amar el silencio que ocupaba el espacio de las palabras innecesarias, la ausencia de sorpresas que me proporcionaba el verla por dentro en todo momento, la completa falta de intimidad de mi alma. Cuando por el motivo que fuera --estrés, fiebre, distancia enorme-- perdíamos la capacidad de comunicarnos los pensamientos, una angustia insoportable me carcomía por dentro. Me notaba solo, como dentro de una habitación vacía, de paredes blancas donde se pintaban frases que insistían en tender un puente que no iba a ningún lado.

Cuando él apareció formábamos ya una unidad, un monstruo de dos cuerpos y una cabeza, un micro mundo en el que ser feliz era tan sencillo que daban ganas de reír, y a veces reíamos los dos y nos preguntábamos con los ojos quién había empezado. La primera vez que lo vimos fue a la salida de un cine. Parecía un ruso revolucionario que lo hubiera dado todo por perdido, con una barba que le cubría gran parte de la cara, el pelo despeinado, los ojos tristes y enormes observándola a ella como a una aparición divina en medio de un mundo ateo y tan vacuo de sorpresas. Pasamos por delante cogidos de la mano y lo miramos sobrecogidos. De camino a casa apenas dijimos nada, a pesar de intentarlo, de iniciar un par de temas destinados a poner orden en el remolino que se había formado en su cabeza y que no me permitía ver nada más allá de sus ojos fijos en la acera, su nuca desnuda inclinada que pude incluso sorprender con un beso. Esa noche nos hicimos los dormidos, y las paredes de la habitación contemplaron nuestra necedad con extrañeza.

A partir de ese día los encuentros fueron cada vez más frecuentes. No importaba a dónde fuéramos, en el lugar más apartado, más inesperado, allí estaba él. A veces iniciábamos un recorrido y a medio camino giraba yo sobre mis pies y ella me imitaba, y corríamos hacia algún otro lugar, el que fuera, el que ninguno de los dos hubiera pensado antes. Llegábamos a veces al final del puerto, a las afueras de la ciudad, al cementerio, osados y risueños, cogidos aún de la mano, y al poco rato llegaba él, sin aliento, y ella me miraba como pidiendo disculpas, y luego se miraban, se miraban inevitables y mi mundo no era más que un puente absurdo apoyado en el suelo.

Lo peor de todo, lo más cruel, fue que la telepatía se mantuvo. Durante un tiempo fingimos que no, nos fingimos independientes e incluso empezamos a hablar más de lo necesario. Yo le preguntaba si tenía frío después de tenderle un jersey, ella me abrazaba y luego me preguntaba si estaba triste. Empezó a salir sola por las tardes, empecé a preferir quedarme en casa leyendo. Antes de cerrar la puerta detrás de sí me miraba, tristísima, y yo giraba los ojos hacia el libro y dejaba caer su tristeza al suelo. Luego, cuando al fin se iba, la recogía pedazo a pedazo y la juntaba encima de mi propia tristeza, y luego la dejaba caer una vez más, y la pisaba, y luego me tumbaba en la cama y buscaba su olor en las sábanas como si no fuera a volver nunca más. Cuando volvía me hacía el dormido, y ella fingía creerme y se tumbaba a mi lado en silencio. Se acostumbraron las paredes a vernos así; nosotros no nos acostumbramos y tuvimos que separarnos antes de perdernos en una locura temblorosa y muda.

Un día se fue. No discutimos una sola vez, no hablamos del ruso ni de su carácter ineludible, y ni tan solo pensamos mucho en ello cuando nos sabíamos cerca. Sin embargo cuando apareció en el comedor con la maleta enorme bajo un brazo y la culpa cubriéndole la cara, yo ya la esperaba con su bufanda en la mano. Nos besamos. No lo he mencionado antes, pero los besos eran puertas que daban a un mundo estruendoso en el que se andaba con los ojos cerrados y sin cambiar de sitio, y los tratábamos con respeto, los racionábamos casi para no perder la facultad de encontrarnos luego en el mundo de siempre, el de las miradas y los silencios. Ese día no me dio tiempo a salir. Separamos los labios, me acarició la cara, cerró la puerta detrás suyo y yo seguía con los pies quietos y sin ver nada. Y así me quedé, colgando, a la espera de un puente que me lleve de vuelta donde no quiero estar.

jueves, julio 13, 2006

1ooo

¡Ynis ya ha recibido 1000 visitas! Pues eso, no hay mucho más que destacar. La gran mayoría imagino serán ips variables de un mismo usuario, tal vez yo, o tú. La otra gran mayoría será gente que andaba de paso, o que sin saber por qué, llegó un día aquí. También teníamos un seguidor (o seguidora) de Austria, aunque parece ser que ante la falta de actualizaciones decidió dejar de asomar su cabecita por estos lares. Sea como fuere, es a vosotros, esa pequeña minoría, inocente del delito de hacer contar las visitas con cuatro cifras, a quién os agradezco más vuestra compañía en este periplo.

Por cierto, que habreis comprobado que ya puedo poner imágenes. Este milagro de la ciencia y la tecnología se debe al simple pero engorroso hecho de haber instalado el Godzilla Firefox. Eso sí, su única misión será guiarme y hacerme compañía en mis viajes por los mundos de Blogger. A cambio le haré entrega de unas cuantas galletitas. Para navegar por otros mares sigo prefiriendo el buen hacer de mi mórbido amigacho de barítona voz; el cantante de Opera.

Y nada más por ahora.

Cebollas.

miércoles, julio 12, 2006

un hombre debe conocer sus limitaciones - parte i

El otro día vi la película de Harry el Fuerte, un clásico del cine policiaco. Es una película con sabor añejo, con ese aire transgresor arrugado por el tiempo, pero en cuyos ojos aún brilla un azul tan frio como intenso. El caso es que a lo largo de la peli, Harry repite en varias ocasiones (tres creo que son) una frase que más de uno debería de aplicarse: un hombre debe conocer sus limitaciones. Es una frase que dicha por él, deja a un lado todo su mensaje instructivo para convertirse en un mordaz menosprecio. Sin embargo, desnuda de toda agresividad, es un consejo muy válido que reconozco debería haber seguido en esta ocasión.

¿Y cuál es esta ocasión? Pues esta ocasión es el dibujo que he empezado a hacer: el tercero utilizando la ya famosa tableta (me estoy planteando hacerle una ficha para incluirla entre los "contributors" del blog, ja ja). A decir verdad, toda esta parrafada anterior es un poco exagerada, porque tampoco estoy intentando hacer nada que no pueda, sino algo que por falta de costumbre (o nula experiencia más bien) me está costando más de lo que debería en condiciones más óptimas. Aunque también es cierto que esto que acabo de decir es una gran excusa, porque si me aplicase lo habría terminado ya hace unos días. Peor que sobrevalorarse es ser rematadamente vago, y éste sí que es un defecto que se me puede achacar. En fin, pasemos a la materia propiamente dicha y dejemos la verborrea insulsa para otro momento.

Pensando que más que dibujar, quería seguir explorando las posibilidades de la tableta, decidí usar un dibujo que ya tenía hecho desde hace bastante tiempo. Era un dibujo que se quedó a medias por no verme con ánimos de terminarlo, pero que siempre me gustó. En un foro un día alguien dijo de hacer un dibujo de un personaje de videojuegos, y yo pensé que en vez de hacer un prota en su pose chulesca o emulando una situación argumental, me daría mayor libertad a mi mismo, y crearía un muñeco legendario basado en una de las razas de Final Fantasy: Crystal Chronicles, y en una situación totalmente nueva. Lo que pasa es que el dibujo nunca superó el nivel de "boceto a lápiz lleno de rayas que desconoce qué es eso de la goma de borrar". Aquí a la derecha lo teneis tal y como era entonces. Para una vista en mayor detalle, pinchad en la imagen.

Como podeis observar, el dibujo era muy sucio, y por lo tanto, una elección un tanto estúpida. Es decir, si lo que quieres es empezar a pintar con la tableta en vez de dibujar; procura elegir un dibujo limpito, porque de lo contrario el primer paso, y uno de los más costosos en cuanto a tiempo, será el de limpiar el dibujo de las impurezas para luego poder darle color y que quede la cosa bien. A veces me planteo si no habría sido mejor usar la técnica de "arrugar y tirar"... El caso es que con la tableta, esta labor además de más sencilla, es bastante eficaz. Los resultados los podeis ver aquí a la izquierda.


Y esto es todo por ahora. Voy bastante más avanzado de lo que aquí muestro, pero como aún tardaré un poco en terminar el dibujo, pues pensé que sería buena idea serializarlo, e ir mostrandoos lo que voy haciendo. Mucho mejor que dejar el blog sin actualizar lo más mínimo, sí que es.

Por cierto, si os parece que estas imágenes que aquí se muestran tienen un formato defectuoso, agradecédselo a Blogger, que no me deja subir imágenes (ni siquiera enlazarlas), y me ha obligado a coger el código de la imágen de un post anterior y reutilizarlo. Luego he tenido que redimensionar la imagen a ojo, por lo que imagino que las proporciones no son las correctas al 100%. En cualquier caso, si pinchais en ellas las vereis mejor, por lo que es obvio que mejor que las pincheis sin piedad.

lunes, julio 03, 2006

Vaaaale...

Dada la enorme aceptación de mi cuento anterior, que ha desbordado sin duda mis más optimistas previsiones, me siento obligada a postear otra de mis innumerables obras.
A pesar de ello, debo desilusionaros: no siempre voy a colgar mis cuentos, ni tampoco los colgaré todos. Sé que es algo que os entristece, pero debía advertiros de ello. Así que aprovechad, aprovechad malandrines, que las entradas cortas se aproximan.

Miedo circular

Ese ruido que se oye desde la escalera, ese tintineo de rata feliz que te impide dormirte e incluso te ha llevado a caminar hasta la puerta y contener la respiración, no es más que la angustia de un loco. No te preocupes, es inofensivo. Vive en su casa, sólo un piso más abajo que tú, y nunca se atrevería a acercarse a ti si no lo considerara absolutamente necesario. Es un loco suave, discreto, educado. No sabías que estaba loco porque apenas sale de casa, y las pocas veces en que lo has visto mostraba un semblante serio y cansado, como el de cualquier otro vecino. Como el tuyo.

Tampoco es de esos locos que almacenan montones de basura en las terrazas y cuya locura puedes oler por la ventana. No, su casa probablemente esté más limpia que la tuya. Se gana la vida traduciendo textos médicos para un par de empresas que le confían sus catálogos con plena confianza en su profesionalidad. Ni un solo día ha retrasado la entrega de las traducciones, las cuales siempre se han caracterizado por una corrección poco común. Julio, así se llama nuestro loco inofensivo, nunca entrega sus traducciones sin repasarlas antes veintisiete veces. Nunca veintiséis, y a veces veintiocho, porque incluso los locos pierden la cuenta. Si alguna vez su repaso se ve interrumpido por una llamada de teléfono, el timbre de la puerta o un ataque de tos, la ansiedad se apodera de él y no permite que su frente deje de sudar hasta que el repaso se inicia una vez más desde cero.
Algo parecido le sucede con los armarios de la cocina; después de guardar el azúcar, o de sacar la sopa, los cierra y los abre, los cierra y los abre, tres veces en total. Cuando por las noches se da un baño antes de la cena —nunca después— se asegura de que el nivel del agua llegue exactamente a la marca circular que se encuentra en uno de los lados de la bañera. Se lava las manos cada diez minutos, a veces antes, y guarda en un cajón, aún sin abrir, la pomada que el médico le recetó para curar la irritación que el exceso de limpieza le provoca en las palmas de las manos.
Todos los días come lo mismo: ensalada, arroz y huevo hervido. A veces, cuando el arroz se le pasa, lo tira a la basura y lo cocina de nuevo hasta que queda exactamente igual que el día anterior. Se desplaza por casa a saltos para evitar pisar las baldosas negras, señales de mal agüero. Cuando alguna vez el pie se le escapa y pisa una de ellas la angustia es tan grande que se siente mareado, y si el día es especialmente malo se lanza de rodillas al suelo y pide al universo que no lo castigue, que nada malo ocurra por ello. Más de una vez duerme en el suelo porque considera que el castigo propio lo aleja del castigo universal. No bebe alcohol, no fuma, no toma ningún tipo de droga. No sabe cómo ha llegado a este punto, aunque recuerda que una vez, hace muchos años, se preguntó si se estaba volviendo loco.

Hoy, al ir a cerrar la puerta de la calle, antes de irse a dormir, inexplicablemente ha olvidado sacar la llave y depositarla con sumo cuidado en la mesa del recibidor. No ha reparado en ello hasta que su cabeza reposaba sobre la almohada. Entonces ha abierto los ojos sobresaltado y ha corrido hasta el recibidor. Como castigo se ha impuesto abrir y cerrar la puerta treinta veces, y eso lo ha relajado. Giraba las llaves hacia dentro y hacia fuera como quien realiza una tarea estúpida pero necesaria, cuando ha perdido la cuenta. La angustia ha regresado, y ha decidido empezar de nuevo. Esta noche el sueño le va a impedir llevar la cuenta, y el ruido de su locura va a impedirte dormir. Si mañana aún no ha logrado cumplir su castigo tal vez oigas aún el tintineo de las llaves. No abandonará ese lugar hasta que cumpla lo prometido. Y si el hambre, la sed, el sueño, hacen que llevar la cuenta le resulte cada vez más difícil, entonces, cuando ya te hayas acostumbrado al tintineo de sus llaves, el silencio te estremecerá como un pañuelo mojado.

domingo, julio 02, 2006

¡Superación!

Sí, estoy superando un temor, el temor que me provoca estrenar un blog nuevo. Aunque en realidad no sea nuevo, y en realidad no lo estrene porque ya lo estrenó hace unos días fresquito (cuyo ordenador, por cierto, ha decidido jubilarse definitivamente. Lo que no sabe es que con un simple cambio de disco duro mañana va a volver a estar en pleno rendimiento, o al menos en eso confía fresquito con toda su fe mientras vive las alucinaciones propias del síndrome de abstinencia o mono).
Decía que estoy superando un temor, y justo antes del paréntesis llegaba a la conclusión de que se trata de un temor bastante idiota, así que dejo de divagar sobre él y os planto (a vosotros, fieles y abundantes lectores) algo que escribí hace un tiempo.

Si esto fuera un escenario y yo tuviera un micrófono, diría que os voy a cantar una canción que inventé hace un tiempo y que espero que os guste, y luego semi flexionaría las rodillas al tiempo que levantaba la punta del vestido —blanco y con una cinta a conjunto con el enorme lazo de la cabeza—, y procedería a cantar alguna canción irreconocible mientras mis familiares, sentados en las primeras filas, se hinchaban de orgullo y lanzaban miradas llenas de odio al resto del público, que habría aprovechado mi actuación para hacer una visita rápida al baño. Luego, cuando las manos de mis incondicionales estuvieran ya preparadas para lesionarse con un aplauso ensordecedor, atentas a cualquier cambio de entonación que indicara el final de la canción y el momento de mostrar su orgullo de manera ostentosa, yo alejaría el micrófono de mi boca, volvería a saludar, y abandonaría el escenario encogiendo los hombros. Porque no, este cuento que viene a continuación no tiene final. Y no es que esté pensado para no tenerlo, es que fui incapaz de encontrarle alguno.

Así que del mismo modo que el público incondicional habría tarareado el final de mi actuación después de que yo abandonara el escenario, para dar definitivamente por concluída tan deslumbrante actuación, vosotros, incondicionales lectores de nuestro blog, podéis proponer cualquier final que os venga a la cabeza, y si me gusta tal vez vuelva a subir al escenario y lo acabe (o tal vez no). Y no es una amenaza, es simple información adicional.

Yo creo que ya he superado el miedo, así que nada, aquí tenéis.

Acto de fe

Una mañana, en una aldea muy tranquila del norte, un padre vio a su hijo de siete años subido al tejado de su casa, con clara intención de lanzarse al vacío. Un par de amigos lo observaban desde abajo con los puños apretados y un brillo macabro en los ojos. El hombre superó el primer amago de desmayo y gritó, corrió, levantó los brazos hacia arriba pidiendo a las nubes que pararan lo imparable. El hijo le dedicó una mirada de fastidio, cerró luego los ojos y se tiró. El padre no superó el segundo amago de desmayo, y despertó en su cama. Su hijo descansaba al lado. Cuando notó que se movía, el niño alzó la cabeza con los ojos muy abiertos y exclamó:

— ¡Dios me salvó! ¡Hicimos una apuesta y me salvó!

El hombre le cruzó la cara con dos bofetadas y se echó a llorar.

Al cabo de dos semanas otro niño del pueblo se lanzó desde el tejado de su casa. Según testigos presenciales, antes de tirarse pronunció, casi gritó, algo parecido a una plegaria. El milagro se repitió, y el accidente resultó sólo en la ruptura de ambas piernas del niño. Más tarde contó a sus padres que estaba seguro de que Dios lo salvaría, y que necesitaba probar su fe y la existencia de Dios poniéndolo a prueba.
Los habitantes de la hasta ahora tranquila aldea estaban desconcertados. Vigilaban de cerca a sus hijos, algunos colocaron distintos tipos de protección para impedir que sus hijos treparan a los tejados, otros amontonaron paja alrededor de las casas para ayudar a Dios en su tarea. Nadie logró identificar el origen del macabro juego, pero los más creyentes dedicaron largas horas a convencer a sus hijos de que poner a prueba a Dios era pecado, y los ateos repitieron hasta la saciedad todas las teorías físicas y matemáticas que explicaban la no existencia de Dios y la inexorable fuerza de la gravedad.

Tres semanas más tarde un niño aprovechó la distracción de sus padres, que trabajan en el huerto a tan solo unos metros de la casa, para trepar al tejado. No tuvo tanta suerte como los anteriores, y el alcalde, padre de un niño de ocho años, decretó tres días de luto y la obligación de todos los ciudadanos de colocar redes metálicas alrededor de los tejados de sus casas. Los habitantes lo consideraron una medida insuficiente pero no protestaron, incapaces de pensar algo mejor.

Hubo unas semanas de calma basada en la esperanza de que los niños habrían aprendido la lección. Sin embargo, tres semanas más tarde un niño se lanzó al río desde la roca más alta de la aldea. Inexplicablemente no sólo salvó la vida sino que salió completamente ileso del incidente, y sus padres lloraron de alegría al tiempo que el resto de habitantes se llevaban las manos a la cabeza temiendo una nueva oleada de actos de fe. El alcalde decidió colocar un policía cerca de la zona del río donde había sucedido el accidente, y esta vez los habitantes, considerándolo del todo insuficiente, se organizaron en grupos y se repartieron en horarios que cubrían todas las horas del día para vigilar los lugares más altos de la aldea y sus alrededores.

No lograron frenar la locura de los niños, si acaso avivarla con nuevas ideas, y a lo largo de más de un año se fueron sucediendo episodios suicidas ya no sólo desde lo alto de edificios o rocas, sino cerca de la vía del tren, bajo las ruedas de los tractores con que cultivaban las tierras, en el interior de las casas, en las tomas de corriente, el veneno para las ratas, los cuchillos afilados para cortar embutidos. La imaginación de los niños era ilimitada, y los resultados variados. Murieron más de dos decenas de niños a lo largo de los años siguientes, y cuando los supervivientes alcanzaron la adolescencia, su generación ya era conocida como la generación de los mártires.


Los hermanos pequeños fueron desde su nacimiento vigilados detenidamente por los padres, y demostraron carecer totalmente de las inquietudes suicidas de sus hermanos. Por si acaso, no se los llevó a la iglesia para bautizarlos, ninguno hizo la comunión y se convirtieron así en la primera generación atea, cuyos padres rezaban en secreto cada noche para que nunca mostraran las mismas inclinaciones que la generación anterior.