domingo, noviembre 12, 2006

Historia de Ossco y Jaspi - decimotercera entrega

Cuando llegó a casa Juana había tomado una firme decisión: no regresaría a vender los nabos que habían sobrado. Sin embargo esa decisión, que no iba a cambiar por nada del mundo, suponía un contratiempo en la consecución de su plan. Contó los nabos que habían sobrado: veintidós. ¿Qué iba a hacer con esos nabos? Porque lo que estaba claro era que no podía devolvérselos a Jaspi.


Juana caminó en círculos por el comedor de su casa, con las manos cruzadas en la espalda y la cabeza baja, tal como había visto en la tele hacer a Goofy cuando tenía problemas. De repente frenó y levantó un dedo, pero no apareció ninguna bombilla sobre su cabeza. Contrariada, se sentó en el sofá, y fue entonces cuando tuvo la mejor idea de su vida: ¡haría una tarta de nabos! Jaspi no sabría que no los había vendido; los nabos desaparecerían y de paso experimentaría con una nueva receta. Juana estaba tan feliz que se puso a dar palmas. Al momento paró, frunció las cejas, miró hacia arriba: no había bombilla. ¿Qué hacía mal?

sábado, noviembre 11, 2006

fruiticolores

Llega el otoño y con él los colores alegres. Sí, vale, no tiene sentido, pero cuando uno tiene tiempo no necesita de la lógica para justificar sus actos.

martes, noviembre 07, 2006

Historia de Ossco y Jaspi - duodécima entrega

El día siguiente estuvo cargado de emociones para Juana. Lo primero que hizo al despertarse fue imaginar el viril olor de un oso como Jaspi durmiendo a su lado. Luego desayunó y, con la fuerza que sólo la fe puede brindar, arrastró el saco grande de nabos hasta la plaza del pueblo. Los vecinos que pasaban por allí la observaron con caras consternadas. ¡Nabos! gritaba Juana con los ojos brillantes ¡Nabos mejores! Froberta la rana simpática fue la primera en acercarse a ella y comprar un par de nabos, con la esperanza de que el silencio volviera a la hasta ahora tranquila mañana de domingo. Más tarde el caballo asmático y la gallina feliz hicieron lo mismo. Juana, animada por sus propios pensamientos, subía la voz sin darse cuenta, y con ello logró que tres habitantes más se acercaran y compraran nabos. Finalmente el propio Vigilio apareció en la plaza y, con el tono grave que era incapaz de usar con Lulú, la amenazó con pasar un rato en comisaría. Juana, impresionada por el uniforme de Vigilio, recogió el saco y salió corriendo hacia su casa . ¡Sólo faltaría que sus planes se vieran truncados por la ley!

Por la tarde, recuperada ya del susto, cargó el saco pequeño a sus espaldas y se dirigió el pueblo vecino. Las colas eran muy largas ya cuando llegó, y la rabia se desató cuando comprobaron que no había más que unos pocos nabos que comprar. Juana les intentó explicar que regresaría con más, pero su voz apenas se oyó bajo el abucheo de gente con ojos desencajados que intentaban arrancar los nabos a los que habían tenido la suerte de poderlos comprar. Alguien propuso agarrar a Juana como rehén hasta que trajeran más nabos, y la deficiente huyó a una velocidad que dejó a todos los que la perseguían con la boca abierta y los brazos extendidos en el aire durante unos segundos. Luego los bajaron y siguieron pegándose.

miércoles, noviembre 01, 2006

o&j02

o&j01