hay una opción mejor que romper las costuras de tu bolsa de viaje
"Nunca subestimes un problema logístico".
Esta es una frase que espero decirle a mis hijos algún día. Si hay suerte, también se la diré a mis nietos. Y si hay mucha mucha suerte, a mis bisnietos. No creo, y tampoco espero, que la suerte vaya más allá. Sé que no es un consejo que te vaya a cambiar la vida de manera radical, pero ahí donde lo veis, es útil como él sólo.
A decir verdad la palabra logística no describe exáctamente lo que yo quiero reflejar. Si mis hijos, nietos o bisnietos, son versados, al escuchar esta palabra inmediatamente pensarán, erroneamente, que he tenido un pasado militar. Puede darse el caso incluso que me pregunten por mis batallitas (¡yuju!). Según el diccionario, logística se refiere a "1. f. Parte de la organización militar que atiende al movimiento y mantenimiento de las tropas en campaña". Sí, he hecho un uso más o menos liberal de la palabra para adaptarla a mis necesidades, y no me arrepiento de ello, chincha. Resumiendo, cuando hablo de logística, me refiero al tan traido y llevado equipaje y/o maleta.
Y ya que estamos con la maleta, desde aquí me gustaría darle las gracias a todas las series, películas, libros, comics y medios de expresión en general, que en vano han intentado enseñarme el camino correcto a seguir: que cuando uno pretende hacer el equipaje, es conveniente usar una maleta. Cuestionándome estoy si es que soy lento de entendimiento, o tal vez no he sabido ver tan claros signos, porque ahora que me dispongo a recoger mis enseres personales añoro tener una maleta. No hay que infravalorar los objetos cotidianos que a nuestro alrededor parecen crecer. Objetos tales como cubiertos, platos, peine o toallas, acaban siendo esenciales, en oposición a esos otros que valoramos tan áltamente como sea un ipod, una consola o una cámara de fotos, los cuales tras unos pocos días sin ellos se muestran totalmente superfluos. Sí, sí, no pongamos ahora el grito en el cielo tampoco, es la pura realidad, incluso los móviles son prescindibles, cosa que comprobaremos si nos vamos unos cuantos días de acampada. A decir verdad la maleta es un objeto de estos superfluos de los que hablo, pero ahora que estais enojados ante la idea de que vuestro reproductor de música portátil no sea esencial, empezareis a entender dónde encaja la maleta en todo esto. Puedes vivir sin una maleta, sí, pero si la tienes te ahorrarás algún que otro quebradero de cabeza. Y yo no la tengo, ¡cachis!
Siempre que he tenido que desplazarme, he ido cargado con varias mochilas y bolsas deportivas, cual mula de carga. Y el problema no es que pesen, que pesan, el problema es lo incómodo que resulta tener todas las manos (sí, sí, ¡todas ellas!) ocupadas en todo momento, con lo que ello conlleva. Por ejemplo, tener que correr el riesgo de dejar una bolsa en el suelo, para no volver a verla más, ni a ella ni a lo que contenía, que suele ser lo más doloroso. La gente es muy rápida y silenciosa, y los hijos de puta de los ladrones, también. O tener que dar el billete a la azafata en el andén, un clásico. Deja todo en el suelo, rebusca en los bolsillos, que sí aquí no está, que sí aquí tampoco, ah, está aquí. ¿Un poco arrugado? sí, verá, es que no tengo maleta. Pobrecito, no tiene maleta. Oiga, el de delante, dese prisa. Espérese, que ya voy. Que el tren se va...
Por supuesto, los problemas no terminan aquí, bueno, terminar sí, pero dan comienzo mucho antes. Estareis pensando que empiezan cuando preparas el equipaje, y no, no empiezan ahí, hasta ese punto todo es un camino de rosas. Los problemas empiezan cuando todo eso que hemos preparado tenemos que embutirlo dentro de las bolsas, mochilas y demás objetos con la propiedad de albergar cosas en su interior que tengamos a nuestra disposición. Sí los faquires pertenecen o no a esta última categoría, aún está por dilucidar. Tras mucho tiempo y esfuerzo, habremos conseguido empacarlo todo, porque la técnica de empujar y empujar hasta que quepa, si ha pervivido hasta nuestros días es porque funciona. Otra historia es cómo queden las bolsas y lo que en ellas hay.
Por todo esto, y puesto que de momento no tengo descendencia a quien decírselo, os lo digo a vosotros:
"Nunca subestimeis un problema logístico".
Esta es una frase que espero decirle a mis hijos algún día. Si hay suerte, también se la diré a mis nietos. Y si hay mucha mucha suerte, a mis bisnietos. No creo, y tampoco espero, que la suerte vaya más allá. Sé que no es un consejo que te vaya a cambiar la vida de manera radical, pero ahí donde lo veis, es útil como él sólo.
A decir verdad la palabra logística no describe exáctamente lo que yo quiero reflejar. Si mis hijos, nietos o bisnietos, son versados, al escuchar esta palabra inmediatamente pensarán, erroneamente, que he tenido un pasado militar. Puede darse el caso incluso que me pregunten por mis batallitas (¡yuju!). Según el diccionario, logística se refiere a "1. f. Parte de la organización militar que atiende al movimiento y mantenimiento de las tropas en campaña". Sí, he hecho un uso más o menos liberal de la palabra para adaptarla a mis necesidades, y no me arrepiento de ello, chincha. Resumiendo, cuando hablo de logística, me refiero al tan traido y llevado equipaje y/o maleta.
Y ya que estamos con la maleta, desde aquí me gustaría darle las gracias a todas las series, películas, libros, comics y medios de expresión en general, que en vano han intentado enseñarme el camino correcto a seguir: que cuando uno pretende hacer el equipaje, es conveniente usar una maleta. Cuestionándome estoy si es que soy lento de entendimiento, o tal vez no he sabido ver tan claros signos, porque ahora que me dispongo a recoger mis enseres personales añoro tener una maleta. No hay que infravalorar los objetos cotidianos que a nuestro alrededor parecen crecer. Objetos tales como cubiertos, platos, peine o toallas, acaban siendo esenciales, en oposición a esos otros que valoramos tan áltamente como sea un ipod, una consola o una cámara de fotos, los cuales tras unos pocos días sin ellos se muestran totalmente superfluos. Sí, sí, no pongamos ahora el grito en el cielo tampoco, es la pura realidad, incluso los móviles son prescindibles, cosa que comprobaremos si nos vamos unos cuantos días de acampada. A decir verdad la maleta es un objeto de estos superfluos de los que hablo, pero ahora que estais enojados ante la idea de que vuestro reproductor de música portátil no sea esencial, empezareis a entender dónde encaja la maleta en todo esto. Puedes vivir sin una maleta, sí, pero si la tienes te ahorrarás algún que otro quebradero de cabeza. Y yo no la tengo, ¡cachis!
Siempre que he tenido que desplazarme, he ido cargado con varias mochilas y bolsas deportivas, cual mula de carga. Y el problema no es que pesen, que pesan, el problema es lo incómodo que resulta tener todas las manos (sí, sí, ¡todas ellas!) ocupadas en todo momento, con lo que ello conlleva. Por ejemplo, tener que correr el riesgo de dejar una bolsa en el suelo, para no volver a verla más, ni a ella ni a lo que contenía, que suele ser lo más doloroso. La gente es muy rápida y silenciosa, y los hijos de puta de los ladrones, también. O tener que dar el billete a la azafata en el andén, un clásico. Deja todo en el suelo, rebusca en los bolsillos, que sí aquí no está, que sí aquí tampoco, ah, está aquí. ¿Un poco arrugado? sí, verá, es que no tengo maleta. Pobrecito, no tiene maleta. Oiga, el de delante, dese prisa. Espérese, que ya voy. Que el tren se va...
Por supuesto, los problemas no terminan aquí, bueno, terminar sí, pero dan comienzo mucho antes. Estareis pensando que empiezan cuando preparas el equipaje, y no, no empiezan ahí, hasta ese punto todo es un camino de rosas. Los problemas empiezan cuando todo eso que hemos preparado tenemos que embutirlo dentro de las bolsas, mochilas y demás objetos con la propiedad de albergar cosas en su interior que tengamos a nuestra disposición. Sí los faquires pertenecen o no a esta última categoría, aún está por dilucidar. Tras mucho tiempo y esfuerzo, habremos conseguido empacarlo todo, porque la técnica de empujar y empujar hasta que quepa, si ha pervivido hasta nuestros días es porque funciona. Otra historia es cómo queden las bolsas y lo que en ellas hay.
Por todo esto, y puesto que de momento no tengo descendencia a quien decírselo, os lo digo a vosotros:
"Nunca subestimeis un problema logístico".
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