una varilla más en el abanico, un clavo más en la mente
¡Menudo día! Esto es un sinvivir, un no parar y cualquier cosa que se caracterice por una actividad sin tregua. Me duelen los pies de andar, me duele la cabeza de calcular y me duele el alma de padecer. Cansancio, ¡a pensar! Creía que todos los quebraderos empezarían mañana, que toda actividad terminaría con la preparación de la legión de bolsas que espectantes me miran desde la esquina de la habitación. Es evidente cuan equivocado estaba, siendo ahora la hora de comer, sin haber comido, ni descansado durante un santo minuto. Tampoco durante ningún minuto impio. ¿Y por qué? Porque aquel amable personaje que me comunicó las fechas para la mudanza, no incluyó el día 28 entre el abanico de candidatos a "día en el que fresquito se traslada". ¿Y eso qué signifiica? Pues no significaría nada, si no fuera porque hoy precisamente es martes día 28 de Marzo, del 2006. Amable era, no voy a desdecirme, pero lo que se dice eficiente, va a ser que no.
Tenía planeado escribir acerca de sentimientos encontrados, reflexionar acerca de lo que supone abandonar el hogar paterno para emprender una nueva vida, una aventura comparable a caminar sobre la cuerda floja sin red de protección, una aventura que todos hemos de afrontar en un momento u otro de nuestra vida. Pero esto es el mundo real. Aquí es donde uno, amable y sonriente, tiene que abrirle la puerta a una madre que empuja con dificultad un carrito con su retoño, todo ello mientras rompe con su primer amor en el portal de su casa. Aquí es donde uno puede estar en un momento íntimo, y la actividad rutinaria del día, llena de sorpresas indeseadas o demasiado deseadas, interponerse para mandarlo al garete de forma incontestable.
Por todo esto, estos temas tan sentimentales que tenía intención de tratar habrán de quedarse aparcados, tal vez de manera permanente, porque el ritmo que el día lleva es demasiado elevado para intentar desafiarlo parándose a meditar. Sería como si Indiana Jones en vez de correr como Vomitón, como el viento, se hubiese parado a considerar los pormenores y dificultades que los creadores del templo en el que se albergaba aquella bola gigante, tuvieron que acometer para albergar la misma en su interior y encajarla en un perfecto mecanismo de defensa. Y espero que con este ejemplo tan gráfico entendais mi situación y me disculpeis por despedirme tan abruptamente y sin apenas contar nada.
¡Chau!
Tenía planeado escribir acerca de sentimientos encontrados, reflexionar acerca de lo que supone abandonar el hogar paterno para emprender una nueva vida, una aventura comparable a caminar sobre la cuerda floja sin red de protección, una aventura que todos hemos de afrontar en un momento u otro de nuestra vida. Pero esto es el mundo real. Aquí es donde uno, amable y sonriente, tiene que abrirle la puerta a una madre que empuja con dificultad un carrito con su retoño, todo ello mientras rompe con su primer amor en el portal de su casa. Aquí es donde uno puede estar en un momento íntimo, y la actividad rutinaria del día, llena de sorpresas indeseadas o demasiado deseadas, interponerse para mandarlo al garete de forma incontestable.
Por todo esto, estos temas tan sentimentales que tenía intención de tratar habrán de quedarse aparcados, tal vez de manera permanente, porque el ritmo que el día lleva es demasiado elevado para intentar desafiarlo parándose a meditar. Sería como si Indiana Jones en vez de correr como Vomitón, como el viento, se hubiese parado a considerar los pormenores y dificultades que los creadores del templo en el que se albergaba aquella bola gigante, tuvieron que acometer para albergar la misma en su interior y encajarla en un perfecto mecanismo de defensa. Y espero que con este ejemplo tan gráfico entendais mi situación y me disculpeis por despedirme tan abruptamente y sin apenas contar nada.
¡Chau!
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