domingo, julio 02, 2006

¡Superación!

Sí, estoy superando un temor, el temor que me provoca estrenar un blog nuevo. Aunque en realidad no sea nuevo, y en realidad no lo estrene porque ya lo estrenó hace unos días fresquito (cuyo ordenador, por cierto, ha decidido jubilarse definitivamente. Lo que no sabe es que con un simple cambio de disco duro mañana va a volver a estar en pleno rendimiento, o al menos en eso confía fresquito con toda su fe mientras vive las alucinaciones propias del síndrome de abstinencia o mono).
Decía que estoy superando un temor, y justo antes del paréntesis llegaba a la conclusión de que se trata de un temor bastante idiota, así que dejo de divagar sobre él y os planto (a vosotros, fieles y abundantes lectores) algo que escribí hace un tiempo.

Si esto fuera un escenario y yo tuviera un micrófono, diría que os voy a cantar una canción que inventé hace un tiempo y que espero que os guste, y luego semi flexionaría las rodillas al tiempo que levantaba la punta del vestido —blanco y con una cinta a conjunto con el enorme lazo de la cabeza—, y procedería a cantar alguna canción irreconocible mientras mis familiares, sentados en las primeras filas, se hinchaban de orgullo y lanzaban miradas llenas de odio al resto del público, que habría aprovechado mi actuación para hacer una visita rápida al baño. Luego, cuando las manos de mis incondicionales estuvieran ya preparadas para lesionarse con un aplauso ensordecedor, atentas a cualquier cambio de entonación que indicara el final de la canción y el momento de mostrar su orgullo de manera ostentosa, yo alejaría el micrófono de mi boca, volvería a saludar, y abandonaría el escenario encogiendo los hombros. Porque no, este cuento que viene a continuación no tiene final. Y no es que esté pensado para no tenerlo, es que fui incapaz de encontrarle alguno.

Así que del mismo modo que el público incondicional habría tarareado el final de mi actuación después de que yo abandonara el escenario, para dar definitivamente por concluída tan deslumbrante actuación, vosotros, incondicionales lectores de nuestro blog, podéis proponer cualquier final que os venga a la cabeza, y si me gusta tal vez vuelva a subir al escenario y lo acabe (o tal vez no). Y no es una amenaza, es simple información adicional.

Yo creo que ya he superado el miedo, así que nada, aquí tenéis.

Acto de fe

Una mañana, en una aldea muy tranquila del norte, un padre vio a su hijo de siete años subido al tejado de su casa, con clara intención de lanzarse al vacío. Un par de amigos lo observaban desde abajo con los puños apretados y un brillo macabro en los ojos. El hombre superó el primer amago de desmayo y gritó, corrió, levantó los brazos hacia arriba pidiendo a las nubes que pararan lo imparable. El hijo le dedicó una mirada de fastidio, cerró luego los ojos y se tiró. El padre no superó el segundo amago de desmayo, y despertó en su cama. Su hijo descansaba al lado. Cuando notó que se movía, el niño alzó la cabeza con los ojos muy abiertos y exclamó:

— ¡Dios me salvó! ¡Hicimos una apuesta y me salvó!

El hombre le cruzó la cara con dos bofetadas y se echó a llorar.

Al cabo de dos semanas otro niño del pueblo se lanzó desde el tejado de su casa. Según testigos presenciales, antes de tirarse pronunció, casi gritó, algo parecido a una plegaria. El milagro se repitió, y el accidente resultó sólo en la ruptura de ambas piernas del niño. Más tarde contó a sus padres que estaba seguro de que Dios lo salvaría, y que necesitaba probar su fe y la existencia de Dios poniéndolo a prueba.
Los habitantes de la hasta ahora tranquila aldea estaban desconcertados. Vigilaban de cerca a sus hijos, algunos colocaron distintos tipos de protección para impedir que sus hijos treparan a los tejados, otros amontonaron paja alrededor de las casas para ayudar a Dios en su tarea. Nadie logró identificar el origen del macabro juego, pero los más creyentes dedicaron largas horas a convencer a sus hijos de que poner a prueba a Dios era pecado, y los ateos repitieron hasta la saciedad todas las teorías físicas y matemáticas que explicaban la no existencia de Dios y la inexorable fuerza de la gravedad.

Tres semanas más tarde un niño aprovechó la distracción de sus padres, que trabajan en el huerto a tan solo unos metros de la casa, para trepar al tejado. No tuvo tanta suerte como los anteriores, y el alcalde, padre de un niño de ocho años, decretó tres días de luto y la obligación de todos los ciudadanos de colocar redes metálicas alrededor de los tejados de sus casas. Los habitantes lo consideraron una medida insuficiente pero no protestaron, incapaces de pensar algo mejor.

Hubo unas semanas de calma basada en la esperanza de que los niños habrían aprendido la lección. Sin embargo, tres semanas más tarde un niño se lanzó al río desde la roca más alta de la aldea. Inexplicablemente no sólo salvó la vida sino que salió completamente ileso del incidente, y sus padres lloraron de alegría al tiempo que el resto de habitantes se llevaban las manos a la cabeza temiendo una nueva oleada de actos de fe. El alcalde decidió colocar un policía cerca de la zona del río donde había sucedido el accidente, y esta vez los habitantes, considerándolo del todo insuficiente, se organizaron en grupos y se repartieron en horarios que cubrían todas las horas del día para vigilar los lugares más altos de la aldea y sus alrededores.

No lograron frenar la locura de los niños, si acaso avivarla con nuevas ideas, y a lo largo de más de un año se fueron sucediendo episodios suicidas ya no sólo desde lo alto de edificios o rocas, sino cerca de la vía del tren, bajo las ruedas de los tractores con que cultivaban las tierras, en el interior de las casas, en las tomas de corriente, el veneno para las ratas, los cuchillos afilados para cortar embutidos. La imaginación de los niños era ilimitada, y los resultados variados. Murieron más de dos decenas de niños a lo largo de los años siguientes, y cuando los supervivientes alcanzaron la adolescencia, su generación ya era conocida como la generación de los mártires.


Los hermanos pequeños fueron desde su nacimiento vigilados detenidamente por los padres, y demostraron carecer totalmente de las inquietudes suicidas de sus hermanos. Por si acaso, no se los llevó a la iglesia para bautizarlos, ninguno hizo la comunión y se convirtieron así en la primera generación atea, cuyos padres rezaban en secreto cada noche para que nunca mostraran las mismas inclinaciones que la generación anterior.

7 comentarios:

Perro De Lobo dijo...

Me ha gustado, aunque el final se me hace corto y abrupto. Ignoro si está hecho asín a propósito.

Anna C P dijo...

Hmmm... es algo que me había pasado por alto, pero ahora que lo dices tal vez sea cierto, ¿eh? Si ya dicen que es bueno eso de airear las obras, que los lectores les encuentran luego los fallos que tú no ves.

David Martínez dijo...

"Porque no, este cuento que viene a continuación no tiene final".

Supongo que al compi perruno se le ha pasado por alto esta frase. O eso, o mi detector de ironía se ha roto :-/

Anna C P dijo...

Yo creo lo segundo v_v

david dijo...

Pues a mí me gusta tal cuál.

Pensar otro final... ¿una mañana amanece Dios estampado en un pedregal porque se tiró del cielo para probar su existencia?

Otra cosa que yo haría sería cambiar totalmente de tercio y contar otra historia, algo así como la de un hermitaño, un tipo que era abogado en la ciudad y un día en mitad de una revisión de un caso de divorcio dejó de hablar, y vendió sus cosas y se fue al monte donde compró unas cabras por gestos, y en el pueblo vecino le cogieron cariño hasta que una niña que pasaba un día por el camino junto al que vivía el ex-abogado descubrió que, por la noche, los ojos de una de las cabras brillaban en rojo.

Y luego cambiaría a la de un niño que nació en coma, y que en el mundo cesaron todas las guerras y todos los desastres durante el mes y medio que los médicos lograron mantener al niño con vida en la UVI. Y luego pondría la palabra fin y ala, a ganar concursos ;)

Anna C P dijo...

¡Qué de finales raros existen en tu cabeza! Pues ya que han sido los únicos propuestos, tal vez use alguno cuando me decida a acabar el cuento (lo malo es que esto último no creo que pase nunca XD).

Y nada, me alegro de que te haya gustado ^_^

david dijo...

Pues era de lo más previsible, eres mi escritora favorita v_v