viernes, junio 30, 2006

y así resurgió el ave fénix de sus cenizas

... o eso cuenta la leyenda.

Como podeis ver, el blog ha sufrido un rediseño completo (bueno, no del todo, aún quedan por cambiar algunos aspectos menores). Así que he decidido publicarlo ya. Este blog ha sido creado desde cero, y aunque la dirección es la misma, en verdad es otro. Esto lo podeis comprobar en los comentarios (ahora denominados spirits & pleas), protagonistas por su ausencia. Por si teniais dudas, sí, he hecho un traslado mediante la metodología garrula de copiar y pegar entrada por entrada, haciendo coincidir las fechas.

Y nada, aún faltando perfilar algunos detalles menores, doy por inaugurado el blog. Espero que os guste, tanto su diseño, como (sobretodo) su contenido.

el fenómeno m.y.d.e.l.a.

Ynis no es un lugar cualquiera. Quiero aclarar esto por si os habiais llevado la impresión de que es un pueblo de lo más vulgar, cuya única peculiaridad es que uno de los co-autores de esto blog habita allí. De hecho Ynis es un lugar lleno de misterios, la mayoría de los cuales sigo sin haber podido resolver. Ya hemos hablado de los globos voladores, de los ovnis o de las cómodas sin fondo, en entradas anteriores, y no son estos misterios los únicos a los que los habitantes de Ynis nos enfrentamos diariamente. A decir verdad la cantidad de enigmas es tal, que se podría crear una temporada completa de Expediente X basándose exclusivamente en los sucesos inexplicables que se dan cita en este tranquilo pueblecito. El fenómeno que hoy trataré responde al nombre de M.Y.D.E.LA. (Muebles Y Dinero En Los Árboles) y es tan fascinante como beneficioso para todos los que aquí vivimos.

Cualquier persona con un mínimo de masa gris suficiente para hacer la o con un canuto convendría que el nombre explica a la perfección en qué consiste todo este asunto. Sin embargo, para aquellos que no alcancen ese mínimo y para los más incrédulos también, me rebajaré a explicar de manera pormenorizada en qué consiste eso del M.Y.D.E.L.A. La simpatía es mi única bandera, sí.

Un día Sócrates, el buho que regenta el museo, me pidió encarecidamente que me esforzase en atrapar una abeja para poder exponerla junto a los otros (escasos por ahora) insectos que hay en el museo. A día de hoy sigo ignorando porqué me eligió a mi para este peliagudo trabajo, pero me inclino a pensar que porque he sido el que más elementos he aportado al museo. Claro que en el otro lado de la balanza de la confianza yace el peligro intrínseco que supone cazar este amenazante y laborioso bicho, que dista mucho de ser la recompensa ideal para alguien que ha puesto tanto tiempo y tesón en rellenar los antes vacios muros del museo. Sea como fuere no pude rechazar la petición, así que tras pasar por mi casa para recoger el cazamariposas, salí a la caza de una reina de la miel. Las horas se cayeron del reloj lentas y agoniosas, como los pétalos de una flor en medio del desierto, pero la dichosa abeja no apareció. Una cosa es estar dispuesto a enfrentarse a un aguijón defensor, otra muy distinta es deambular sin rumbo en busca de un insecto aparentemente olvidado por la creación. Cansado y abatido, volví a mi casa, y mañana ya sería otro día. Y mañana lo fue, y el siguiente mañana también lo fue, y el siguiente, y el siguiente a ese, y así durante numerosos días. Fueron diferentes en todo, menos en que no logré encontrar una dichosa abeja, menos aún cazarla.

Un buen día, por fin la buena fortuna se cruzó en mi camino, saltando desde el de Lotar, para su desgracia. Era por la mañana, y el cielo azul como un pitufo. Yo había salido a pasear armado con mi cazamariposas y con una abeja zumbándome en el subconsciente. Casi ya ni recordaba qué me había empujado a salir cada día con ese objeto. Ya apenas recordaba que salía de caza, y no de paseo. Ese día paseaba, bastante contento he de decir, cuando vi a Lotar a lo lejos y lo saludé, pero él no me vio y por lo tanto no devolvió el saludo. Parecía enojado, como sólo un gorila se puede enojar, y transmitía su enojo único a través de airados y simiescos gestos. Decidí acercarme a ver qué le pasaba, pues aunque se enoje constantemente, Lotar sigue siendo un gorila de lo más civilizado. En esas estaba cuando en su frenesí de mala uva, se acercó a un árbol y lo meneó con violencia. Una violencia muy civilizada, eso sí. Aún estaba lejos y mi deficiente vista me impedía ver con claridad lo que estaba aconteciendo, pero me pareció ver que algo caía del árbol. Que ese algo era de color marrón con tintes ámbar. Que de esa cosa marrón con tintes ambar salía una nube negra. Una nube negra que se arremolinaba alrededor de Lotar. Lotar que braceaba y pataleaba y se hinchaba y gritaba. Gritaba de dolor y de rabia. Y la nube negra se iba silvando una canción por la cálida venganza. Me acerqué corriendo y vi lo que se podría describir como un híbrido entre un pan quemao y King Kong en miniatura. A su lado había un panal, en su interior un cabreo monumental y en el mio un instinto de supervivencia que me obligó a salir de allí lo antes posible, porque Lotar es muy civilizado, pero sus brazos son como dos troncos acabados en tenazas con la propiedad de truncar los sueños y la materia de cualquiera.

jueves, junio 29, 2006

hay que saber entender los mensajes

Me aplico el cuento. El color rojo parece que era demasiado polémico, así que el rey blogger me ha castigado con una regresión estilística. Todo vuelve a ser como era en un principio, todo mi esfuerzo editor se ha ido al carajo por un azar del destino. Así que bien, de momento el blog seguirá con tono aséptico e impersonal durante una temporadita hasta que me de por editarlo como dios manda. Lo gracioso es que no sólo tengo que aguantar que todo mi trabajo se haya ido a la mierda, sino que además la columna derecha ha sufrido un cambio al centro. Esto no debería de ser malo, pero resulta serlo. En fin, eso, intentaré encontrar la manera de solucionar este entuerto. Ya sabeis, el éxito no está asegurado, yo siento la presión, él siente el dolor...

los primeros vástagos de una tableta adorable

El lunes pasado me compré una tableta digital. La principal función de este utensilio es la de poder usar los programas de dibujo con más facilidad, precisión y versatilidad, que un simple ratón. Descrita su función, pasaré por alto el hablar de su mecanismo, ya que esta entrada no tiene como objetivo el fardar de compra. También porque me pillé la segunda más barata que encontré. De lo que va esta entrada es de presentar en sociedad las dos primeras creaciones que he realizado con la ayuda de la tableta milagrosa.


En el primer dibujo, apenas hice uso del potencial de la tableta (ni en el segundo tampoco, pero bueno). La base utilizada fue un dibujo que hice el año pasado para una historia ilustrada que estábamos llevando a cabo mi compi y yo. Este dibujo se quedó a menos de la mitad de ser terminado, hecho directamente a tinta y con un concepto algo inquietante, pretendía transmitir tristeza, desesperación, miedo, incomprensión... vamos, sentimientos muy bonitos todos ellos. Para ello usé una técnica un tanto diferente a la habitual. Usé premeditádamente un trazo penoso, sin volumen de linea, y con un estilo que no recordase en nada al mio. La composición es más convencional, eso sí.


Antes de tener la tableta, durante el fin de semana, me dediqué a juguetear con las capas del photoshop, usando varias fotos de naturaleza sombría (lápidas, cruces o estátuas de ángeles), unos cuantos efectos, y bastante tiempo. El objetivo era crear una especie de película que potenciara el mensaje del dibujo. Aunque la verdad es que sabía de antemano que casi todo el trabajo realizado no iba a servir de nada (porque de lo hecho en estos días apenas nada se llega a intuir en el dibujo final). ¿Por qué hacerlo? Por varios motivos: primero por probar. Soy nuevo en todo el tema de colorear por ordenador, así que probar cosillas siempre va bien. Segundo, porque aunque las cosas no se vean, sí que se perciben. Es decir, el ordenador es una herramienta muy versatil, pero a la hora de dibujar, si no se usan triquiñuelas, el resultado puede quedar muy artificial. Así que necesitaba añadir una especie de suciedad e imperfección a la imagen antes de realizar el ataque final. Por cierto que algunos puede que opinen que en esta fase el dibujo transmitía mejor el sentimiento de inquietud.




Una vez con la tableta, me decidí a dar los pasos finales, que consistirían en oscurecer el dibujo hasta decir basta. He de aclarar que a estas alturas no usé todavía las opciones de presión para los pinceles, por lo que más que nada usé el instrumento este como un ratón de mayor comodidad. La verdad es que si hubiese sabido usar lo de las presiones, la cosa habría ido mejor, pero aún así, me agrada el resultado obtenido. Sí, me contento con poco.




Y el tema de las presiones lo descubrí ayer mismo. La verdad es que es un invento esto de las tabletas, facilita la labor cosa mala. Esta tarde me he puesto a trastear un poco para probarla, y he obtenido un resultado mucho mejor de lo que el tiempo empleado y la nula experiencia en la matería harían pensar. Todo está hecho directamente con la tableta.

Y así termina la primera entrada de la nueva era del blog.

Nota: Blogger no me dejaba subir o enlazar imágenes, así que he tenido que recurrir a otros métodos. Si logro remediarlo, pondré cada imagen donde toca, por el bien de la composición del blog, y de aquellos que no gusten de clickear en las imágenes.

lunes, junio 26, 2006

seasons of change

Los que de manera asidua seguís este blog, os habreis dado cuenta del escaso nivel de actualizaciones que está afrontando desde hace una temporada. Después de pensar acerca de ello y discutir con mi compi la mejor manera de solucionar esta situación, hemos decidido darle un giro radical al blog. No diré a partir de ahora, pero sí en breve, aparte de una remodelación gráfica, el blog sufrirá una remodelación de contenido. Aunque seguirá llamándose "vivir en ynis", su temática ya no sólo se ceñirá a lo que en este maravilloso lugar acontece. Por lo tanto os vereis expuestos a un contenido mucho más diverso, en todos los sentidos.

Y eso, como se dice, el que avisa no es traidor, y avisados quedais.

viernes, junio 16, 2006

El misterio de las cartas anónimas


Las cartas anónimas que hasta ahora provocaban las risas de los habitantes de Neimtaun adquieren un tono injurioso que preocupa a las autoridades del tranquilo pueblo costero.


No es ningún secreto que desde hace unos meses circulan por Neimtaiun y alrededores cartas anónimas de contenidos como mínimo extraños. Todos los habitantes sin excepción han recibido al menos una de esas cartas; algunas hablan de tiempos pasados, otras parecen sacadas de un libro de autoayuda. Las más inquietantes se dirigen a su destinatario como si lo conocieran, y le increpan que recuerde escenas compartidas con su anónimo autor. Algunas describen incluso escenas tórridas con un vocabulario rebuscado y pasado de moda.

- Cuando leí que yo había sido la luz de donde el Sol la toma de una persona que me mandaba besitolines noté cómo mis mejillas enrojecían, y no querría parecer ingenua, pero me planteé seriamente descubrir quién era el autor. Por supuesto no para revivir eso que me contaba, sino... pues para denunciarlo a la policía, claro está–, nos contaba Yuka, la koala, con un sobre rosa en la mano.

Los habitantes de Neimtaun no salen de su asombro. Cuando las cartas empezaron a aparecer en los buzones, los neimtaueños se apresuraron a mostrarlas a sus vecinos, con la esperanza de hallar en ellos alguna explicación. Sin embargo, tras comprobar que las cartas estaban siendo enviadas a todo el pueblo, y que nadie sabía de dónde llegaban, dejaron de pedirse explicaciones y compartir el correo se convirtió en una práctica habitual cuyo único fin era ya la diversión.

-Estaba furioso de no tener zapatos; entonces encontré a un hombre que no tenía píes, y me sentí contento de mi mismo–nos leía alborozado el caballo Trotón.

-El amor es: el dolor de vivir lejos del ser amado—, añadía Elvis con desprecio, mientras Yuka levantaba su carta y repetía entre risas:– ¡Besitolines!


A pesar de ser el género que más risas suscita, las cartas de amor no son las que han despertado la inquietud en Neimtaun. Desde hace unos días circula una carta, firmada también por un anónimo, donde se denuncia una situación de esclavitud y abuso de poder por parte de Tom Nook, el propietario del almacén del mismo nombre. Éste, al conocer la existencia de dicha carta, mostró su indignación y no dudó en denunciar el caso a Vigilio y Nocencio, los policías municipales. Tras personarse en el almacén e interrogar a los dos únicos trabajadores, Tendo y Nendo, cuyas declaraciones desmintieron completamente el carácter infrahumano de su trabajo, los policías explicaron que no podían arrestar a alguien cuya identidad era desconocida, pero prometieron hacer todo lo posible por descubrir al culpable.

Hasta el momento se ha interrogado a dos de los veinte habitantes de Neimtaun, siendo los elegidos Sol y Carturo, ambos en contacto directo con el correo. Sol, trabajadora del ayuntamiento cuyas tareas incluyen la preparación de las cartas que más tarde repartirá Carturo, ha explicado que no sabe nada acerca de la procedencia de las cartas:

– Nunca nadie ha venido a entregármelas personalmente, y la letra no se parece en nada a ninguna de las caligrafías de ninguno de los habitantes de Neimtaun. ¡Y créanme que conozco muy bien la letra de todos y cada uno de ellos!

Los policías trabajan con la hipótesis de que el autor escoja la noche para depositar las cartas en la oficina de correos. En ese caso sería Estrella, la trabajadora del turno de noche del ayuntamiento, quien lo hubiera visto. A esta hipótesis la apoya el hecho de que Estrella se ha negado hasta ahora a participar en los interrogatorios, y su acritud habitual la ha convertido en el blanco de todas las hipótesis que los neimtaueños nos han querido confiar

-¿Quién va a correos de noche? ¿Quién va al ayuntamiento a partir de las 8 de la noche? ¡Nadie! ¿Y qué hace una persona que trabaja en el turno de noche? ¡Se aburre! ¿Y qué hace alguien cuando se aburre? ¡Escribir cartas!–nos decía Rodeo con los ojos rojos que lo caracterizan.

-¡Es una amargada! –exclamaba Yuka con un gesto que evocaba lástima y desprecio a partes iguales–. Nunca ha salido con nadie, no tiene amigos. Se dedica a fastidiar a los demás con cartas que ridiculizan aquello que ella nunca ha tenido. ¡Si es que es de cajón!

-Yo sin embargo creo que esas cartas vienen de Ynis–, se aventuraba la ardilla Dentina con su característica voz de helio.

Las hipótesis no paran de surgir. Mientras, la policía estudia el caso y ha prometido resolverlo antes del inicio del verano. No han explicado el método con el que tienen pensado conseguir tal proeza, y tal vez por eso los habitantes de Neimtaun han recibido la noticia con cierta incredulidad. Tom Nook, para desmentir completamente los rumores que han aparecido en el pueblo a causa de la carta que lo acusaba de negrero, ha decidido obsequiar a sus trabajadores con una semana de vacaciones, tras la cual habrá grandes ofertas, ha añadido.

miércoles, junio 14, 2006

mensaje de la semana

Tonto el que lo lea.

martes, junio 06, 2006

mensaje de la semana

Para atrapar a un ratón, usa queso...
Para atrapar a una abeja, usa miel...

viernes, junio 02, 2006

Poconá

Probablemente todos hayáis oído hablar de Poconá. En la televisión, en el periódico, en los temas de muchos cantautores, en los anuncios y campañas solidarias propios de la época navideña. Todos lo habréis visto también en el reverso de otros anuncios, aquellos donde aparece gente henchida de orgullo por poseer coches enormes, electrodomésticos capaces de hacerte la vida más fácil (porque todos sabemos que las dificultades de la vida las puede resolver fácilmente un buen lavaplatos), zapatos que respiran, vitaminas que te hacen feliz, pegatinas mágicas que adelgazan, clínicas que prometen convertirte en la mujer más hermosa del mundo (¿por qué no aparecen hombres en los anuncios de corporación dermoestética? ¿quién les ha dado permiso para no ser jóvenes, delgados y asombrosamente parecidos?). En las etiquetas de la ropa de moda y a buen precio, que susurran para quien quiera oírlas que han estado confeccionadas en países donde las condiciones de trabajo estremecerían a cualquiera que osara imaginarlas. En todos sitios está Poconá, en el reverso de todo lo que se ve y lo que no se ve.

Existe Poconá porque existe la otra cara de la moneda, la cara donde lo innecesario se convierte en esencial porque todo lo realmente necesario ha sido cubierto mucho tiempo atrás, y porque la producción de lo innecesario enriquece a aquellos que ya eran ricos, y genera necesidades absurdas, frustraciones y complejos que buscan calmarse con más cosas innecesarias, y al final lo necesario, tiempo atrás cubierto, se olvida.

Poconá se rehuye, se oculta. Se reduce a un par de imágenes, cuanto más impactantes mejor: un niño con lágrimas en los ojos, otro con el vientre hinchado por la falta de alimento, otro con moscas en los ojos. También se convierte en un destino turístico de categoría: las playas de Poconá, a las selvas de Poconá, los cruceros por Poconá, la calma de Poconá, el exotismo de Poconá. Se viaja a complejos hoteleros aislados, con piscinas inmensas, aguas limpias y restaurantes con comida típica del país, y se cree haber visitado el país, sin ni un solo momento haber pisado los pueblos ni las gentes que los habitan.

Poconá no aparece en las noticias si no es de pasada, algo que sucede lejos y que no se puede cambiar; desastres naturales, conflictos armados, lamentos de fondo. Las guerras de Poconá no son tan importantes como las otras, por eternas, por cansinas; sus víctimas no movilizan a nadie, no llenan las calles de pancartas e indignación, los nombres de los países apenas aparecen en los medios de comunicación y por lo tanto tampoco están presentes en las mentes de nadie. Se ven como algo inalterable, resultado de una cultura distinta, una manera de ver las cosas incomprensible, una época que en algunos lugares se empeña en perdurar. Se percibe Poconá como un lugar que no tiene nada que ver con el resto del mundo, donde sólo hay pobreza, cuyos habitantes son mucho más resistentes a la adversidad, por fuerza y adaptación, y se dedican por entero a la tarea de sobrevivir. Se piensa en Poconá como en la antítesis de la riqueza y la paz, ignorando a veces de manera voluntaria de dónde provienen los diamantes y otros símbolos de riqueza y poder.

En Poconá sí que conocen los nombres de nuestros países. También conocen lo innecesario, a través de televisores que juntan a varias familias cada noche, y en casas de paredes desconchadas, sobre alfombras roídas y a un paso de un cielo lleno de estrellas, contemplan con los ojos muy abiertos cómo vive la gente de los anuncios y las series de televisión, la que no sólo come cinco veces al día sino que guarda su comida en refrigeradores silenciosos con una pantalla de televisor pegada en la puerta, vive en casas enormes, alimenta a sus perros con comida vitaminada, luce sonrisas perfectas y conduce coches brillantes. Gente que, en general tampoco tiene nada que ver con nosotros.

Y en busca de lo necesario, algo que por fuerza tiene que sobrar en un lugar con tantas cosas innecesarias, algunos se embarcan en viajes rumbo arriba que muchas veces acaban en medio de la nada, y otras en vidas cercanas a la pobreza, una pobreza distinta de la del país que han dejado atrás, que permite lo necesario pero sin embargo está privada de dignidad. No por tener un color de piel distinto, los que lo tienen, ni por hablar un idioma distinto, ni por rezarle a un Dios distinto. Simplemente porque son pobres, y la pobreza es indigna.

Y lentamente la indignidad puebla las calles de países que no tiene derecho a poblar, y ocupa casas, colegios, puestos de trabajo a los que, según algunos, tampoco tiene derecho. La pobreza también comete delitos, atracos, robos, reclama un espacio para los pañuelos en la cabeza, para lugares donde se reza descalzo, para la diferencia. Y nos llevamos las manos a la cabeza, el caos se aproxima, la mezcla nos borrará mientras la injusticia se apodera lentamente de nuestro rincón de mundo. Aparece el miedo, y con el miedo el odio, y se reclaman soluciones rápidas y eficaces: echarlos, devolverlos a sus países, hacerlos desaparecer, que todo vuelva a estar en su lugar y ellos en Poconá, donde por fuerza han aprendido ya a sobrevivir, donde les ha tocado vivir por nacimiento y no por culpa nuestra, donde aún están en épocas pasadas, con tribus y sacrificios y ablaciones y huesos en las narices. Porque aquí no hay lugar para todos y todo tiene un límite.

Todo, excepto lo infinito, tiene un límite, y la Tierra no es una excepción. Sin embargo durante muchos años se creyó que lo era. Se viajó en barco, porque aún no existían los aviones, en busca de nuevos lugares que conquistar, y se comprobó que más allá de lo conocido existían tierras que aún no tenían nombres (al menos no en un idioma comprensible, al menos no pronunciables), con habitantes extraños que no contaban con armas sofisticadas, tierras ricas en materias primas, enormes, fértiles y vírgenes. Hubo quien estudió la finitud de la Tierra y trazó mapas para delimitarla. Luego alguien los pintó de colores, colocó banderas y se enorgulleció de imperios donde nunca se ponía el sol. Sólo entonces dejó la Tierra de ser infinita.

Es cierto que el desplazamiento de la pobreza no es la solución. Tampoco es el problema. Las autoridades, los gobiernos, se empeñan en tapar los agujeros por donde penetra Poconá como agua en un barco que amenaza con hundirse pero que sin embargo permanece inmóvil, tal vez porque hace ya muchos años que se hundió. Poconá sigue siendo un desconocido, un desconocido que nos invade y que cuanto más cerca está de nosotros menos posible nos resulta conocerlo. Y nadie propone acercarse, cambiar de barco, buscar una playa nueva donde haya troncos para poder construir otros barcos. Se necesita la madera para construir lo innecesario, las frustraciones para alimentar el odio, el miedo para mantener las cosas inalteradas delante de nuestros ojos ciegos. Mientras en Poconá comparten la radiación en blanco y negro de un viejo televisor y sueñan con vivir en una realidad que no existe.

ayuda a poconá

La satisfacción y el orgullo que se siente cuando se ayuda a alguien es posiblemente una de las sensaciones más intensas y duraderas que uno puede experimentar. Hasta tal punto que a veces me llego a plantear si ayudar no será una forma egoista de limpiar la conciencia. Pero que se ayude es muy relativo, porque bien se puede entender que uno nunca termina de ayudar o concluye el acto de ayuda, pues echar una mano en un momento dado no impide que se vayan a necesitar más manos en un futuro. Esta es una de las razones por la que mucha gente se niega a ayudar; para evitar la frustración de ver que sus esfuerzos son en vano. Pero estos esfuerzos nunca caen en saco roto, siempre al otro lado hay alguien que agradece que tengas en cuenta su existencia, por encima del éxito de los actos. Esa gratitud es el verdadero premio, más que cualquier orgullo o autocomplacencia.

En Poconá necesitan tu ayuda. Ya se sabe la teoría del granito de arena: que granito a granito, se va haciendo castillo de arena. Por eso me gustaría que os planteaseis si estais en situación de ayudar a alguien o no, si disponeis de un granito de arena que donar. Pero no quisiera llevaros a engaño, este no es un sitio para recolectar dinero que dar al tercer mundo, o no al menos al tercer mundo que imaginais. Las donaciones que aquí se hagan irán destinadas a los autores de este blog, para su uso personal. No vivimos en Poconá, pero somos pobres como ratas.

Gracias de antemano.