domingo, marzo 26, 2006

haciendo cruces

Amanece, es domingo, me han quitado una hora de mi vida, con la promesa de que en unos cuantos meses me la devolverán, eso sí. Respiro aliviado. Es domingo, el alivio desaparece, la incertidumbre lo ha exorcizado. Desayuno, veo la tele, me relajo, es domingo, todo va bien. No, no todo va bien, las mentiras no ayudan, la supuesta relajación y sosiego inherentes a un domingo me han sido sustraidas por una mudanza cleptómana.

Es una sensación terrible esto de la incertidumbre, que multiplica por x un hecho señalado en el calendario, sin importar que éste tenga la intención de existir un día tan sólo. Mi pobre calendario llora desconsolado, no sabe, no entiende porqué le he tachado los días 29, 30 y 31 con un regimiento de cruces. Tres únicos días, marcado cada uno tantas veces como el reducido tamaño de la cartulina lo ha permitido, y entonces, muchas muchas veces más. Cada marca es una tirita que intenta cerrar una herida en mi maltrecha tranquilidad, inútilmente. Rios de nervios manan de cada hora, de cada minuto, de cada segundo de esos tres malditos días. Malditos no deberían de ser. La liberación por la independencia ha pasado de moda, es un héroe caido, larga vida a la liberación de la incetidumbre ¡Larga vida! No importa de donde provenga la liberación tampoco, lo importante es ser libre de nuevo. Y sigue siendo domingo, y la serenidad llega tarde. Horror.

No se preocupe, como muy tarde el viernes 31 usted ya estará viviendo en Ynis.
¿Como muy tarde...?
Sí, es que hay posibilidades de que la mudanza se produzca el jueves 30
Interesante.
Incluso tal vez el miércoles 29.
Interesante también. ¿No tendrá una tila y tiritas, no?
¿Cómo?
No, nada. No me gusta la tila de todos modos.


Perder una hora no es tan malo después de todo. Duermo menos. Me levanto a la misma hora. Todo sigue igual en apariencia. Las apariencias son lo que siempre importa, de todos es sabido. No debería de preocuparme, quedan dos días de vida sin implantes, sin vivir con un teléfono implantado, por si llaman. El dicho de "si llaman y no lo cojo, ya llamarán más tarde", parece no tener vigencia ya, con lo que me gustaba, y lo han jubilidado, o le han dado vacaciones obligadas, o ha enfermado, tal vez alergia, que ahora llega la primavera y a los alérgicos nos recuerdan en la tele que tengamos cuidado. Menos mal, no sé qué haría sin ellos. No tendrá tele el dicho este. Ahora reina "si llaman y no lo cojo, tal vez nunca vuelvan a llamar". Y es el negrito este el que lo descuadra todo. No por ser negrito, claro (¿mulatito...?), sino porque tal vez se dedica a regalar incertidumbre como si estuviera junto a la plaza de toros repartiendo panfletos publicitarios. Con la diferencia de que este panfleto lo cojes, no para tirarlo al suelo, como un guarro. tal vez me cago en ti. No por ser negrito, claro (¿mulatito...?).

Justificaciones innecesarias. La culpa es de los nervios. Los nervios son mios. Una equación sencilla, ciertamente. Y sigue siendo domingo, claro (¿buen día...?). Esperemos que sí. Esperemos; siempre la misma historia. Repitamos y esperemos. Y la tila que no llega, pero como no me gusta, tampoco importa.

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