miércoles, mayo 24, 2006

como un pequeño corte en el dedo gordo

Ayer estaba dando un paseo por Ynis. La tarde era brillante, pero la suave brisa actuaba de manto invisible contra el calor y como incesante fuerza motora cuando soplaba desde atrás. En mi caminar me encontré con Rubí que, al igual que yo, disfrutaba de esa tarde de Mayo en el tiempo de la Primavera. Un sus peludos mofletes se llegaba a adivinar un tenue brillo rojizo, aunque llegué a dudar si no sería un efecto producido por el destello de sus fulgurantes ojos rojos. Comenzamos a charlar, sin nada en particular que decir, pero sintiendo la necesidad de compartir nuestra alegría y bienestar con alguien, como naufragos en una isla desierta que hablan con una calabaza, sólo que la calabaza también hablaba. Y en estas que estábamos tan deshinividos, que a Rubí se le escapó comentar lo buena pareja que hacíamos, que eramos como la pareja ideal de Ynis. Debió de asustarse ante mi expresión, porque enseguida intentó corregirse, y ante la imposibilidad de salir de ese embrollo, se excusó y echó a correr.

Mi compañera ya trató el tema de la zoofilia en su última aportación, así que no me recrearé en este asunto más que para decir que, sin entrar a juzgar lo bien o mal que está, no es algo que me atraiga en absoluto. Nunca creí que llegaría el momento en el que un animal se me declararía, y cómo se me quedó el cuerpo es algo complejo de explicar. Sí que he recibido el cariño de muchos animales, igual que ellos han recibido mi afecto, pero esto es totalmente diferente, y como tal ha de ser tratado. Supongo que Rubí se habrá sentido muy dolida ante mi reacción, así que supongo que tendré que pedirle disculpas y explicarle mi punto de vista. La tarde ya ni era brillante ni yo estaba con la mente puesta en lo etéreo de ésta, así que me volví a mi casa siguiendo los pasos de mi alargada sombra.

Muchas veces me he preguntado qué relación habrá entre los habitantes de Ynis, si habrá algún tipo de amorio entre ellos. Innumerables veces tanto unos como otros me han pedido que le lleve una carta a tal o un regalo a pascual. Aún dando por hecho que son gente amable por naturaleza, tanto ir y devenir de cartas y regalos conmigo como eje central siempre me ha resultado muy sospechoso. Porque por extraño que parezca, uno se llega a creer que los animales son animales, y los humanos humanos, por lo que animales entre sí podrían tener relaciones sin mayores problemas, aún perteneciendo a distintas especies, pero cuando entra en juego la moralidad humana, todo se vuelve un tanto abstracto. Parece natural que Rubí (la coneja) pudiera estar enamorada de Tristán (el gato), pero que se enamore de David (el humano) es como que menos sostenible. Supongo que ambas cosas son antinaturales, y no ha sido hasta ahora que me he dado cuenta.

Y más allá de los temas amorosos, cabría preguntarse qué relaciones sexuales tienen estos animalejos. A día de hoy no he visto que nadie los haya visitado (más allá de mis amigos y conocidos), por lo que deduzco que o se contentan con sus propios medios, o se contentan con los que otro le pueda dar. Pero entonces volvemos al tema de la mezcla entre especies. ¿Le parecerá a una foca tan aberrante la idea de fornicar con un perro como me lo parece a mi? Además, no estoy tan seguro de que muchos animales conozcan eso de la masturbación. Sé que los perros la dominan, y los monos araña son maestros incontestables, ¿pero y las ratas por ejemplo? ¿los patos? ¿las nutrias? Y hablando de masturbación, hete aquí que hay situaciones en las que te pone la vida, o más bien los tabues. Cuando me encontraron el problema físico que sufro, me dijeron que no hiciera ningún esfuerzo físico. Cuando te dicen esto lo primero que piensas es en no levantar grandes pesos o en no hacer ejercicio físico fuerte. Entonces pasan los días del nerviosismo, y empieza tu organismo a volver a la normalidad, y dentro de esa normalidad se encuentran las apetencias sexuales, y es entonces cuando te encuentras con que no sabes si masturbarte puede ser un riesgo, porque de todos es sabido el movimiento de sangre que el acto sexual, y la masturbación en menor medida, requieren.

El día de visitar al médico llega, tienes que resolver tus dudas, pero tu padre te acompaña, ¿cómo preguntar acerca de la masturbación cuando está tu padre delante? No tienes porqué explicarle nada, no tienes porqué justificarte de nada, eres mayorcito, pero ahí está esa reticencia ascentral a compartir un tema así con tu progenitor. Incluso buscas preguntarle de la manera menos intrusiva esta cuestión al doctor. La consulta llega y sales airoso, tus dudas han sido resueltas; puedes hacer vida normal, la vida que normalmente alguien haría, así que no debes de tener miedo, y no has tenido que preguntar siquiera acerca de temas tan peliagudos. Aún así te quedas con la sensación de que algo ha fallado, que no puede ser que te hayas tenido que ver en una duda así de estúpida e inoportuna porque en la sociedad no se puede hablar de sexo abiertamente sin que alguien te mire raro y te juzgue erroneamente. Has vivido una experiencia más, una medallita más sobre la que volver tus pensamientos, una medallita que nadie ve, pero que eso no hace que exista menos. Son esos pequeños detalles de los que nadie te habla, esas pequeñas cosas con las que no contabas y que de alguna manera se vuelven importantes, como cuando te haces un pequeño corte en la llema del dedo gordo. A rasgos generales es una herida sin importancia, no vas a morir por eso, pero... ¿y lo molesta que es?

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